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La sobreexplotación de los recursos hídricos

Agua para hoy, sed para mañana

Anna Morelló, 2 de junio de 2012




Desenvolupament
i accés a l’aigua

L’anàlisi de la corba de creixement
de la població ens mostra que
aquesta ha experimentat un
creixement exponencial en els últims
150 anys: hem passat d’uns 1.000
milions d’habitants a més de 7.000
milions i segons els experts podem
arribar a mitjan aquest segle als
10.000 encara que s’observa una
baixada del ritme de creixement.

La primera pregunta que debemos
formularnos es ¿Qué ha sucedido para
que este salto demográfico haya sido
posible? La respuesta es el descubrimiento
de la máquina de vapor y la
utilización del petróleo como principal
fuente de energía y de materias primas
de origen orgánico, que han permitido
la fabricación, entre otros miles
de productos, de fertilizantes y
plaguicidas. Estos descubrimientos
han permitido una “revolución tecnológica”
que ha significado una mejora
en las condiciones de vida, como el
acceso a agua potable, y un incremento
importante de la producción de
alimentos.

En los últimos años la curva del incremento
de la producción todavía ha
experimento un mayor crecimiento que
el incremento de la población. Y los expertos
económicos nos predican que
este crecimiento desmesurado en la
producción puede seguir aumentando
indefinidamente.
Este crecimiento ha sido posible
gracias a un aumento importante del
consumo de los recursos hídricos de
nuestro planeta. Pero en todos los
estudios tanto del crecimiento demográfico
como del de la producción, no
se tiene en cuenta el factor limitativo
que representa el disponer de una
cantidad finita de recursos naturales.
De estos, el que puede tener mayor
impacto en un futuro próximo es la
disminución de la cantidad de agua
dulce disponible.

¿Sed en un planeta azul?

El agua es el elemento imprescindible
para el sostenimiento de la vida
y un recurso imprescindible para el
desarrollo de la humanidad.
La pregunta puede parecer
catastrofista, pero es necesario analizar
la situación actual de las reservas
de agua y cómo se están utilizando
para ver cuáles pueden ser
las consecuencias si se sigue con
la política actual de extracción, uso
y contaminación de las fuentes
hídricas.

Este gráfico es muy explícito en
cuanto a la distribución del agua en
nuestro planeta. Como se puede
observar sólo un 3% es agua dulce
y sólo un 0,3% de la misma es
agua dulce superficial.

Solamente las aguas superficiales
y una parte de las aguas subterráneas
(las aguas subterráneas
próximas a las principales corrientes
fluviales y las más cercanas a
la superficie), pueden recibir el
nombre de recurso renovable por
ser las que intervienen en el ciclo
permanente del agua en un espacio
temporal relativamente corto,
de unos 100-200 años. Además,
el régimen de precipitaciones no
presenta una distribución uniforme
ni en cantidades regulares en las
distintas zonas climáticas, Así, nos
encontramos con zonas con una
elevada pluviosidad y abundantes
reservas de agua y zonas de extrema
sequía en las que las únicas
reservas actuales dependen de los
acuíferos que se formaron hace
cientos o incluso miles de años. A
esto hemos de añadir los cambios
climáticos como consecuencia del
calentamiento global. Ya se están
detectando cambios en el régimen
de precipitaciones con fuertes episodios
de lluvias torrenciales en algunas
zonas, que no permiten una
buena infiltración en el terreno, y
con incremento de períodos de sequía
en otros, que conllevan un
mayor consumo de la reserva de
agua subterránea.

A principios del siglo XX, el principal
recurso hídrico era las aguas
superficiales –ríos, lagos, minas de
agua. Para poder aprovecharlo al
máximo y poder asegurar un abastecimiento
regular a las poblaciones,
y para el regadío, se realizaron
grandes obras de infraestructura
(grandes canalizaciones, embalses
y represas). Pero estas reservas
de agua solamente se podían
disponer en zonas con una régimen
de precipitaciones regular.
En grandes zonas con recursos
hídricos superficiales limitados, la
nueva tecnología en perforación y
extracción ha permitido explotar las
reservas de agua de los acuíferos
menos profundos, pero sin analizar
el ritmo de recarga que tienen. En
la mayoría de los casos son reservas
de agua, que aun estando ligadas
al ciclo hidrológico, se han generado
durante muchos años. El
disponer de caudales considerables
de agua ha permitido un aumento
de la producción de grano en algunas
zonas del planeta –zonas de producción-
con su posterior transporte
a grandes distancias para su consumo.

El poder disponer de mayores
cantidades de alimento ha hecho
posible el incremento de la población
a nivel mundial.
Incremento espectacular en el rendimiento
de las cosechas que se ha
conseguido con el uso indiscriminado
de fertilizantes (con graves consecuencias
en la contaminación del
suelo y de las aguas de la zona) y de
grandes cantidades de agua. Cuando
el ritmo de extracción es superior
al de recarga, el nivel del agua en el
acuífero disminuye, lo que no sólo
afecta a las reservas de agua sino
también a la vegetación de la zona
ya que esta no llega a sus raíces y
muere, produciendo la desertización
de la zona. Este problema ya se ha
dado en extensiones de África donde
se llevaron a cabo planes de desarrollo
de la agricultura a partir de
las reservas subterráneas en zonas
de poca pluviosidad. La sobreexplotación
de estos recursos ha comportando
que con el tiempo no haya
reserva de agua para seguir con la
explotación agrícola y ganadera y
demás se ha incrementado la desertización de la zona, y está afectando
gravemente a su población
que ve como cada día es más difícil
conseguir la mínima cantidad de
agua para su supervivencia.

El mismo problema se empieza a
detectar en las grandes zonas productoras
de cereales. Así, en extensiones
de EEUU dedicadas a la agricultura
intensiva de regadío, como
Arizona, donde sólo es posible mantener
la producción con la sobreexplotación
de los acuíferos. En
California se están agotando las fuentes
de suministro de agua a las grandes
ciudades como los Ángeles.
Si seguimos con el actual ritmo
de extracción de agua en estos
acuíferos, tendremos graves problemas
de reservas de agua en estas
zonas, con graves consecuencias
en la cantidad de agua dulce disponible.
Cuando el agua se extrae
se convierte en agua superficial, su
ritmo de circulación depende del ciclo
de evaporación y de la distribución
de las precipitaciones.

Las aguas subterráneas
fósiles. El último recurso

Llamamos aguas subterráneas fósiles
a las aguas infiltradas en un
acuífero durante una antigua época
geológica bajo condiciones climáticas
y morfológicas diferentes de las actuales
y almacenada desde entonces.
Hablamos pues de agua que
puede llevar más de 10.000 años
almacenada en capas profundas.
Estas reservas de agua se pueden
convertir en el principal recurso
cuando se hayan agotado las aguas
subterráneas superficiales.
Como se puede apreciar en el cuadro
adjunto, la mayoría de estos
acuíferos se encuentran en zonas áridas
y se formaron hace miles de años.

La aplicación de técnicas de perforación
y exploración de recursos,
como las utilizadas en la detección
de nuevas reservas de petróleo, ha
hecho posible conocer su existencia.
Estas reservas de agua se encuentran
alejadas de las zonas más
pobladas y con mayor demanda.
Lo que nos preguntamos ¿es quién
y cómo se explotaran?
Aunque actualmente su explotación
es muy pequeña, sí que podemos tener
indicios de cuál puede ser su futuro.

Desde hace años EEUU controla
la zona del Acuífero Guaraní. Hay
un proyecto sobre la mesa para extraer
y canalizar las reservas de
petróleo y agua de la zona. Los
movimientos en defensa del Amazonas
de la población surgidos en
la zona han obligado a los distintos
gobiernos de los países afectados
a intentar frenar las aspiraciones
de los EEUU. Pero debemos tener
presente que este es un proyecto
a largo plazo y para asegurarse reservas
para el futuro.

Uno de los proyectos de extracción
de agua del acuífero de Piedra
Arenisca de Nubia se inició bajo el
régimen de Gadafi en Libia.
Algunos expertos anuncian que
las guerras en el siglo XXI se librarán
por el agua. Un posible primer
ejemplo de esta nueva situación lo
tenemos en Libia, un país que
cuenta con el segundo mayor
acuífero del mundo, en una de las
zonas más áridas del planeta.

Más allá del petróleo, Libia lleva
cerca de tres décadas poniendo en
marcha el mayor proyecto del mundo
en cuanto a extracción de agua
potable de acuíferos de agua fósil.
A día de hoy, el proyecto ya provee
de agua a las principales ciudades
libias. Hasta la guerra, el gobierno
libio había invertido hasta 25.000
millones de dólares. Todo financiado
a través de los impuestos a las
exportaciones de petróleo, al tabaco
y al comercio internacional, ya
que Gadafi rehusó cualquier inversión
o intromisión por parte de otros
países. Y es que el valor de los recursos
hídricos que esconde este
gran proyecto podrían alcanzar los
48 billones de dólares (el billón español –un millón de millones- y no
el estadounidense), si tomamos
como referencia el precio del metro
cúbico de agua a los cuatro
dólares a los que lo venden las empresas.
Se da, además, la curiosa
circunstancia de que, de las cinco
grandes corporaciones que se dedican
a la explotación del agua a nivel
mundial, dos son francesas (Vivendi
y Suez), una es británica
(Thames Water) y otra es estadounidense
(American Water Works).

Recordemos la intervención militar,
en la que estos países han sido los
más interesados.
El proceso que se ha dado en
Libia, que puede permitir el control
de las grandes corporaciones del
acuífero de Arenisca de Nubia, se
puede dar con las otras grandes
reservas de agua fósil. Estas grandes
empresas sólo ven en este bien
tan indispensable para la vida un
negocio y una fuente de poder.
Si las únicas grandes reservas de
agua dulce del planeta pasan a
manos de las grandes corporaciones,
estas buscarán obtener el
máximo beneficio y no formas de
gestionarlas para asegurar agua a
las generaciones futuras. Estas reservas
bien gestionadas pueden
representar un desarrollo importante
en la zona, pero para ello han de
estar en manos de la población y
no ser objeto de especulación y
sobreexplotación.

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