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GRECIA

Respondiendo a los sofistas

, 6 de mayo de 2015




Reproducimos el artículo publicado por Viento Sur de Stathis Kouvelakis, polemizando con el acuerdo conseguido entre el Eurogrupo y el gobierno griego de Syriza. Stathis Kouvelakis enseña teoría política en el King’s College de Londres y es miembro del comité central de Syriza como parte de la Plataforma de Izquierdas. En el comité central de principios de marzo, esta Plataforma consiguió el 41% de los votos y un 5% de abstenciones o no votos rechazando la política oficial del Gobierno que se mantuvo con sólo un 55%.

Respondiendo a los sofistas

Estos últimos días circulan dos sofismas o, mejor dicho, dos sofismas y medio provenientes de quienes no quieren mirar de frente la realidad, y las consecuencias que se derivan de ella, y aceptar la marcha atrás a la que Syriza se ha visto forzada. Y digo bien «forzada», porque la marcha atrás se ha dado en el marco de una estrategia errónea. No hablo de «traición» o «renuncia», que son términos morales y poco útiles para comprender los procesos políticos.

Primer sofisma

Syriza no tenía «ningún mandato para salir del euro. Si [Syriza] hubiera tenido esta posición, no habría ganado las elecciones». Dicho así, el argumento es absurdo. Es verdad que no tenía ningún «mandato para salir del euro».

¡Pero tampoco había ningún mandato para abandonar lo esencial de su programa a costa de mantenerse en el euro! Y no cabe ninguna duda de que si se hubiera presentado a las elecciones diciendo «aquí está mi programa, pero si vemos que su aplicación no es compatible con mantenernos en el euro, entonces olvidémonos de él», no habría ganado las elecciones.

Y con razón: mantenerse en el euro «a cualquier precio» era precisamente el argumento-base de los partidos pro-Memorandum que han gobernado Grecia durante estos últimos años. Y Syriza, si bien no clarificó su posición sobre el euro, siempre rechazó la lógica del «mantener el euro a cualquier precio». A este respecto, contrariamente a lo que piensan la mayoría de los comentaristas, hay que recordar que los textos programáticos de Syriza no excluyen la salida del euro en tanto que consecuencia impuesta por el rechazo de los europeos ni por la suspensión de pagos, aunque es cierto que estos últimos meses estos textos habían sido puestos en sordina.

Variante del primer sofisma

«Syriza tenía un mandato doble: romper con la austeridad y mantenerse en el euro». Este suena más racional que el precedente pero, nos obstante, sigue siendo un sofisma. Porque se hace como si los dos términos del mandato tuvieran el mismo peso y que eso (si fuera necesario optar, y claro que hay que optar, todo el problema reside ahí) legitimara sacrificar inevitablemente el primer término (el euro) en detrimento del segundo (la ruptura con la austeridad). ¡Y ello, sin traicionar el mandato en cuestión! Ahora bien, ¿por qué no le damos vuelta al argumento diciendo: «como me doy cuenta de que ambos son incompatibles, opto por el primero, porque en el fondo es por eso por lo que el electorado griego ha votado por un partido de la izquierda radical». Es decir, dar preferencia a la ruptura y no a la «estabilidad» en el marco actual; lo que (es lo menos que se puede decir) resulta más coherente con el quehacer de un partido de izquierda radical que plantea el socialismo como su «objetivo estratégico » (aunque no sea en función de ese objetivo que haya ganado las elecciones).

Tercer sofisma

Este es de Etienne Balibar y de Sandro Mezzadea que, tras lo que ha pasado y tras haber ironizado sobre la «izquierda de Syriza» que hablaba de «renuncia» (aunque nadie en la izquierda de Syriza haya utilizado nunca este término, pero pasemos de ello…), sacan la conclusión de que eso muestra «que en Europa no se construirá una política de libertad e igualdad a partir del simple afianzamiento de la soberanía nacional.» Para eso, lo fundamental sería ganar tiempo, si bien al precio de concesiones (y aquí hacen la referencia obligada a Lenin para garantizar la radicalidad de su enunciado), y permitir que se den futuras victorias políticas (hablan del Estado español) y se desarrollen los movimientos sociales, preferentemente «transnacionales» (tipo Blockupy). Continuan navegando en pleno sofisma, con una pseudo-ingenuidad asombrosa aunque, después de todo, lógica en estos ardientes defensores del «proyecto europeo » (si bien es verdad que en su «versión buena») como son estos dos autores. En efecto, la cuestión es que los ritmos de las fuerzas políticas y de los movimientos sociales a los que se refieren no están sincronizados.

De aquí al verano, el Gobierno de Syriza se verá confrontado a retos más que apremiantes y no es posible vislumbrar cómo una manifestación –que puede ser exitosa– en Frankfurt o una posible victoria de Podemos en las elecciones de noviembre en el Estado español podría modificar la situación a su favor.

Esta discordancia de los ritmos es una de las modalidades bajo las que se muestra el carácter estratégico del «nivel nacional» a los agentes políticos, porque es el terreno en el que se condensa de forma decisiva la relación de fuerzas entre las clases.

Por otra parte, lo que Balibar y Mezzadra subestiman de forma grave, es el efecto desmovilizador que tendrán, tanto a nivel interno en Grecia como a nivel europeo, la per cepción de una Grecia y un Gobierno Syriza obligado a doblar el espinazo ante las imposiciones austeritarias de la UE, que se impondrá con el paso de tiempo, a pesar del bombo que tratan de darle los miopes defensores del Gobierno griego. El clima de movilización y confianza que encontramos en Grecia tras las primeras semanas, después de las elecciones, ha quedado bien atrás. Ahora es el desasosiego y cierta confusión las que imperan. Es verdad que las movilizaciones pueden volver, pero, de una parte, esta vez estarán dirigidas contra las opciones gubernamentales y, de otra, no van a darse «a golpe de silbato». Condicionar la opción política a la emergencia de esas movilizaciones es más que arriesgado. Es una forma de decir que no se planteará ninguna demanda debido a su ausencia o su debilidad.

En realidad, la forma de proceder debe ser la contraria. Asumimos una opción de ruptura y es esta opción la que estimula la movilización, que tiene su propia autonomía. Por otra parte, es eso lo que ha ocurrido en Grecia durante el período de «confrontación » entre el gobierno y la UE, entre el 5 y el 20 de febrero, cuando decenas de miles de personas salieron a las calles de forma muy espontánea y al margen de su pertenencia partidaria.

El argumento de «ganar tiempo» no expresa más que una ilusión. En realidad, durante esos supuestos cuatro meses de «respiro», Syriza estará obligada a actuar en el marco actual, es decir: consolidarlo ejecutando una buena parte de lo que la troika (renombrada «Instituciones») exige y «retrasando» la aplicación de las medidas-faro de su programa, aquellos que justamente habrían permitido «marcar la diferencia» y cimentar la alianza social que le ha permitido llegar al poder. Este «ganar tiempo» corre el gran riesgo de convertirse en «un tiempo perdido» que desestabilizará la base de Syriza y permitirá a sus adversarios (sobre todo a la extrema derecha) aunar fuerzas y presentarse como los únicos partidarios de una «verdadera ruptura con el sistema».

Señalemos también que, a pesar de la repulsa que provoca toda referencia nacional a estos dos enamorados del europeísmo como Balibar y Mezzadra, los éxitos políticos a los que hacen referencia, el de Syriza y Podemos, son solo victorias en el ámbito nacional que no modifican la relación de fuerzas más que en lo que se refiere a que fuerzas políticas de izquierda accedan a las palancas del Estado nacional. Ahora bien, estos éxitos también están, en gran parte, construidos sobre la base de la soberanía nacional, en un sentido democrático, popular, no nacionalista, y abierto. En los discursos de Tsipras y de Iglesias abunda, de forma perfectamente asumida, el discurso «nacional-popular» y las referencias al «patriotismo», de la misma forma que abundan las banderas nacionales (griega o republicana en el caso del Estado español en su conjunto) entre las masas y los movimientos «autónomos» (por retomar el término de Mezzadra y Balibar) que llenan las calles y las plazas de esos países. Más que cualquier otro elemento, eso muestra que la referencia nacional es (sobre todo en los países dominados de la periferia europea), un terreno de lucha que en países como el Estado español y Grecia las fuerzas progresistas han logrado hegemonizar para convertirlos en uno de los motores más potentes de su éxito. Es sobre esta base que se puede construir un verdadero internacionalismo y no sobre el discurso sin contenido que, de entrada, debería ser, totalmente y sin mediación alguna, «europeo» o «transnacional» y que está desconectado de la realidad concreta de la lucha política,

Por último, decir que en los dos primeros sofismas existe un elemento de verdad en lo que respecta al mandato sobre la salida del euro. Este elemento es que en la posición mayoritaria de Syriza existía una contradicción que se ha puesto de manifiesto ahora. La idea de una ruptura con la austeridad y con el peso de la deuda en el marco europeo actual ha fracasado de forma totalmente clara. En una situación semejante, es vital hablar con sinceridad y honestidad y comenzar por admitir que se ha fracasado y que, por lo tanto, es necesario volver a discutir sobre la estrategia más adecuada para poder ser fieles a los compromisos adquiridos y sacar al país de la encrucijada en la que se encuentra, al tiempo que se envía un mensaje de lucha a quienes, que son numerosos, habían apostado por la «esperanza griega» y que hoy rechazan, con razón, admitir la derrota.

25 /02/ 2015

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