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Hussam al Ahmad, joven revolucionario sirio refugiado en Barcelona

«Los bombardeos internacionales sobre Raqqa sólo matan civiles, no Daesh»

Lucha Internacionalista, 29 de noviembre de 2016




En el estallido de la revolución en Siria estudiaba Educación Física en la universidad de Hama. Cuando empezaron las protestas tuvo que dejar los estudios porque no podía ir a clase desde su ciudad, Raqqa, debido a los controles. Tenía 22 años. Ahora vive refugiado en Barcelona en una situación muy precaria y es un testigo excepcional de primera mano sobre la revolución y como el régimen y el Estado Islámico han intentado ahogarla.

LI.- ¿Cómo fueron los primeros meses de la revolución?
Hussan al Ahmad.- Escuchamos lo que ocurría en Daraa y en Homs y toda mi familia quedó impactada. Yo era muy joven y no tenía ninguna experiencia política y no sabía ni qué era una revolución. Ni siquiera me imaginaba que la gente podía salir a la calle a luchar por la libertad y la democracia. Nosotros salíamos a la calle sin tener las ideas muy claras, y los padres también se implicaron pero ellos tenían mucho miedo a que hubiera otra masacre como la de Hama en los 80. Los jóvenes nos preguntábamos por qué no podíamos hacer como los egipcios o los tunecinos. Personalmente también había tenido mi propia experiencia con el régimen: el 2008 un amigo mío que cantaba Rape me pidió que subiera su canción a Youtube. Hablaba de una pelea por una chica en el Parque del 7 de abril, que es el día del partido Baath, el partido del régimen. La canción no tenía ningún significado político pero los censores lo interpretaron como una crítica y nos detuvieron a los dos. Yo tenía 17 y no entendía nada. Nos pegaron palizas y nos acabaron soltando después de que nuestras familias pagaran dinero a los funcionarios. También me daba cuenta que, a pesar de que jugaba muy bien a bádminton, no me dejaban participar en las competiciones internacionales y sólo permitían viajar a los hijos de funcionarios del partido y a los alauitas (no me refiero a este grupo por su religión, sino por su vinculación al régimen). Una vez incluso me hicieron bajar del avión. Yo no entendía porqué había gente con tantos privilegios.

LI.- Tu padre era opositor
HA.- Sí pero nunca hablaba de política en casa, para protegernos. Yo no tenía ninguna formación política antes de la revolución. Fue cuando todo comenzó que empecé a buscar escritos políticos para entender mejor qué pasaba y que podíamos hacer. Me decidí a participar en la segunda manifestación que se convocó en Raqqa. Empecé a entender cosas, a estudiar, a entender el lenguaje político, la historia, el presente... leía los escritos de los intelectuales, de los partidos comunistas... Y decidí que estaría con la revolución hasta el final.

LI.- ¿Qué recuerdas de aquellos meses?
HA.- [Sonríe] Éramos una pandilla de jóvenes, chicos y chicas, que todos veníamos de familias opositoras. Nos reuníamos cada semana en una casa diferente. Estudiábamos los barrios como convocaríamos las protestas, marcábamos la fecha pero no lo anunciábamos hasta el último momento, y preparábamos las pancartas, las consignas y las canciones. Y cuando llegaba la hora salíamos todos a la calle. Nos repartíamos el trabajo: traer el megáfono, los carteles, vigilar, grabar la protesta en vídeos... Llevábamos las banderas de la revolución y pañuelos palestinos escondidos debajo la chaqueta que cuando empezábamos la marcha nos tapaban al cara. La policía llegaba muy de prisa y nos dispersábamos. Primero disparaban al aire pero pronto empezaron a abrir fuego contra los manifestantes.

LI.- ¿Era una revolución de la juventud?
HA.- Sí, tanto chicos como chicas. Porque nosotros no teníamos miedo. La gente mayor nos veía pasar y nos aplaudía y había quien lloraban, pero no osaban unirse... además se tenía que poder salir corriendo. La mayoría éramos estudiantes universitarios, de clases medias y populares. Mi padre era ingeniero en una empresa petrolera.

LI.- Raqqa fue liberada por el Ejército Sirio Libre
HA.- Sí. El 4 de marzo de 2013 conseguimos echar al régimen de la ciudad. Los grupos armados eran la misma gente del pueblo, nuestros vecinos, nuestros familiares. También activistas de las protestas que se habían pasado a la lucha armada para defendernos. Son la misma gente que después se ha enfrentado a Daesh [acrónimo árabe de Estado Islámico]. Fueron cuatro días de combates entre el régimen y los revolucionarios, hasta que consiguieron ocupar la comisaría de policía y otros edificios oficiales. La gente cogió las armas que tenía en casa: escopetas de caza, lo que fuera. Todo el mundo tenía armas y la gente del régimen negoció su rendición. Raqqa fue la primera gran ciudad liberada en Siria: la denominamos «capital de la liberación» y estábamos muy orgullosos. Aunque había muchas dificultades en aquellos primeros meses fueron los mejores de mi vida.

LI.- ¿Cómo funcionaba la ciudad sin el régimen?
HA.- La seguridad se garantiza con grupos de control en cada barrio para impedir robos o asaltos a las instituciones. La administración funciona con un consejo popular local para ocuparse del agua, la electricidad, la limpieza, la sanidad.... Los hospitales, las escuelas y el ayuntamiento están gestionados por este consejo. Lo denominábamos la ciudad liberada porque de hecho se organizó una administración fuera del control del régimen. En el consejo había representantes del Ejército Sirio Libre y jóvenes activistas: eran 600 miembros. También mujeres, y de todas las clases sociales: trabajadores, campesinos, médicos, ingenieros. hubo elecciones para escoger los responsables de educación, sanidad, infraestructuras... y todos los que querían podían participar en el comité. Se formaron cuatro consejos más en el distrito. El consejo se reunía dos veces en el mes. Había que gestionar una ciudad de 400.000 personas.

LI.- ¿Hasta cuándo funcionó?
HA.- El consejo funcionó durante 7 meses, entre marzo y octubre de 2013. Además del consejo había una agrupación de jóvenes que trabajaba para mantener las cosas en orden. Incluso se garantizaba la distribución de alimentos entre la población. Se organizaban cultivos de grandes extensiones de terreno para después recoger la cosecha y repartirla entre las familias. Había también un grupo que se dedicaba sólo a explicar políticamente como ejercer los derechos democráticos. Teníamos dos grandes objetivos: educar a la población políticamente sobre la democracia y el derecho al voto y mantener las instituciones en marcha. La ciudad funcionaba: los cortes de electricidad sólo duraban dos horas al día, mucho menos que en otros lugares, había agua corriente, se reabrieron 104 escuelas, las calles estaban limpias. Pensábamos que Raqqa sería un ejemplo de las ciudades de Siria para el futuro. Yo decidí documentarlo todo con fotos y vídeos.

LI.- ¿Cómo reaccionó el régimen después de la liberación?
HA.- Se había retirado pero empezaron los bombardeos con aviones y misiles de largo alcance. Cada día había muertos. Usaban todo tipo de armas. No había combates directos porque sólo se dedicaban a bombardearnos desde lejos.

LI.- Y que pasó después?
HA.- Después empezaron a intervenir las fuerzas reaccionarias, criticando la democracia y las libertades. Grupos armados de Daesh se presentaban cuando había actividades a boicotearlas y decir que aquello era una injerencia extranjera. Empezaron a detener activistas. Casi todos habían ve nido de fuera: eran saudíes, iraquíes, turcos, europeos... había muy pocos sirios. hubo varias manifestaciones contra Daesh por las detenciones, los maltratos y su comportamiento en la ciudad. La población estaba en contra, porque empezaron a hacernos la vida imposible. Secuestraban activistas, obligaban a la gente a cambiar su conducta (las mujeres tenían que llevar hijab), la gente se manifestaba contra ellos y ya no aguantaba más. El Ejército Sirio Libre se enfrentó respondiendo a esta demanda. Los de Daesh me detuvieron sólo por hacer fotos. Me ataron y maltrataron porque decían que ayudaba «a quienes matan nuestra gente en Malí». Y yo no entendía nada, pensaba «¿qué tengo yo que ver con Malí?» y después me dijeron que me habían visto con unos periodistas franceses...

LI.- El 1 de enero de 2014 Daesh ocupa Raqqa.
HA.- Era una ciudad estratégica, autosuficiente (agua, luz, tierra, petróleo) y era un ejemplo de que la revolución podía vencer. No vinieron por casualidad: querían Raqqa porque sabían todo esto. También sabían que la defensa de la ciudad era vulnerable. Por eso vinieron. Yo marché y huí a Turquía. Me quedé tres años allá. Y después Grecia y de allá a Barcelona.

LI.- ¿Crees que hay alguna relación entre el régimen de Bashar al-Assad y Daesh?
HA.- Todo el petróleo de Raqqa, controlado por Daesh, va a parar a manos del régimen. Me hago responsable de estas palabras y puedo demostrarlas. Las ciudades controladas por el régimen reciben el suministro de electricidad directamente de Daesh: a ellos no les cortan la luz. Y las ciudades que ocupan nunca son bombardeadas por el régimen. También hay la cuestión de los prisioneros: cuando el frente Al-Nusra salió de Raqqa, los activistas que tenían presos pasaron a manos de Daesh, y después acabaron en Damasco, en manos del régimen. Algún día se sabrá como pasaron de unas manos a otras. Esto demostraría muchas cosas.

LI.- ¿Qué piensas del Frente Al Nusra?
H A . - Nusra es parte de AlQaeda. La mayoría de sus combatientes son sirios. Políticamente no tiene nada que ver con los objetivos de la revolución. En Raqqa detuvieron revolucionarios, activistas, sólo por levantar la bandera de la revolución.

LI.- ¿Cómo es ahora la vida en Raqqa?
HA.- A través de mis compañeros del grupo «Raqqa está siendo asesinada en silencio», se puede encontrar mucha información. Las mujeres tienen que salir a la calle tapadas. Las banderas negras cubren la ciudad. Todo el mundo tiene que llevar barba. Se ve en la cara de la gente el miedo y la desesperación. Mi familia tiene miedo de comunicarse conmigo porque dicen que yo no soy musulmán. Los precios se han disparado. En todo el distrito viven un millón de personas: cualquier atentado que haya en cualquier lugar del mundo reivindicado por Daesh supone una lluvia de bombas contra nuestra gente. Cada vez que hay un atentado allá la gente se prepara para los bombardeos. Las fuerzas internacionales se distraen con nosotros: sólo matan civiles. No me gusta el terrorismo, però quienes pagamos las consecuencias somos los civiles. Somos los daños colaterales. Es muy fácil saber dónde está Daesh dentro de la ciudad pero lo que hacen es atacar civiles. Si quieren acabar con Daesh no nos tienen que matar a nosotros: tendrían que apoyar a la gente que siempre los hemos combatido.

LI.- Ahora hay en marcha una ofensiva para liberar Raqqa.
HA.- PKK, PYD o YPG. Saldrá un criminal y entrará otro. No los tratarán con integrismo religioso pero sí con racismo y obligarán a la población a irse.

LI.- ¿Como ves el futuro?
HA.- Racionalmente pienso que la realidad de Siria es dura, pero mi deseo es que mañana será mejor y un día volveremos a reconstruir el país. Esta es mi esperanza. Tenemos una canción que dice «continuaremos y continuaremos y seguiremos adelante». Espero que un día podré volver a mi casa y contribuir a construir un futuro mejor.

Nota
1 En febrero de 1982 el régimen de Hafez Al-Assad, padre del actual presidente sirio, Bashar al-Assad ordenó reprimir una protesta encabezada por los Hermanos Musulmanes. El ejército sirio impuso una política de tierra quemada, que dejó entre 10.000 y 40.000 muertos. La masacre fue silenciada.

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