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Vertido de «barro rojo» en Hungría

Aluminio, ¿a qué coste?

Anna Morelló, 10 de diciembre de 2010




El 5 de octubre, la ruptura de una parte
del muro de contención de la balsa de
residuos de la fábrica de aluminio
húngara MAL, situada en Ajka, a 160
kilómetros de Budapest, inundaba
decenas de localidades que quedaron
cubiertas por un «barro rojo».
Por la televisión podíamos ver las
imágenes de casas y pueblos inundados
como sí del desbordamiento de un río
se tratara, pero las declaraciones de los
afectados nos ponían sobre aviso de
que la situación era muy distinta. Como
consecuencia del accidente se han
contabilizado hasta nueve muertes y
más de cien heridos, pero aquí los
muertos no se han ahogado en el agua
o el lodo, sino que han muerto como
consecuencia de las quemaduras que
sufrieron al entrar su piel en contacto
con el barro. Y las personas entrevistadas
mostraban su desesperación al
comprobar que todo lo que había en el
interior de sus casas se había destruido
por efecto de este líquido rojizo.
Así mismo, nos mostraban cómo todos
los animales y plantas a los que les
había alcanzado el «barro» habían
muerto.

Con toda lógica es normal que nos
preguntemos, en primer lugar, qué
contiene este llamado «barro rojo» que
afecta de manera tan catastrófica todo
lo que toca. Y seguidamente, cómo es
posible que algo tan peligroso esté tan
cerca de una población, y si este era un
accidente evitable o, como nos han
hecho creer, es un efecto «colateral»,
necesario para poder disponer de un
preciado metal como el aluminio.

Cómo se obtiene el aluminio

Desde las latas de las bebidas hasta
los aviones, desde la envoltura del
chocolate hasta la mayoría de nuestras
ventanas, que hace años eran
de madera, son ahora de aluminio.
El aluminio está presente en innumerables
productos del día a día.

Sus excelentes cualidades, como
su resistencia a procesos de oxidación,
y el hecho de poder obtener
aleaciones ligeras pero muy resistentes,
ha potenciado su uso y ha
incrementado su producción.
Los metales más utilizados actualmente,
como el cobre o el aluminio, no
se encuentran de forma libre en la naturaleza,
sino como minerales formando
distintos compuestos y son necesarios
diversos procesos para obtenerlos
en forma pura y utilizable en sus distintas
aplicaciones industriales.

El aluminio se obtiene de un mineral,
la bauxita, en dos etapas. En
la primera se obtiene la llamada alúmina
(óxido de aluminio), en este
proceso se genera el llamado «barro
rojo». Este es un residuo formado
por una mezcla de sosa cáustica
con presencia de distintos metales
pesados como hierro y plomo.
procedentes de la bauxita, y de cianuro,
cadmio y cromo procedentes
del procesamiento del aluminio. El
color rojo se debe a la presencia del
oxido de hierro y la mezcla es altamente
corrosiva. (Baste recordar
que en muchas casas se utiliza la
sosa cáustica para conseguir desatascar
las tuberías ya que «se
come» toda la materia
orgánica acumulada).

En el mejor de los
casos, el almacenamiento
de los residuos
de la producción
de alúmina se
hace en reservorios
a cielo abierto.
En una segunda
fase, y por un proceso
electrolítico
con un elevado consumo
de energía,
se obtiene el aluminio
puro.

Consecuencias ambientales y
de salud del «barro rojo»

La presencia de la sosa cáustica
hace que este barro tenga un pH incompatible
con la vida de plantas y
animales. La presencia de esta substancia
en el suelo permanece durante
mucho tiempo y las lluvias harán
que el agua que se filtre adquiera también
un pH que poco a poco afecte a
zonas cada vez más amplias; las tierras
afectadas se vuelven yermas. A
esto hemos de añadir la presencia de
metales pesados, los cuales pueden
esparcirse junto con el polvo que se
forma una vez se ha secado el barro
y provocar graves enfermedades.

La obtención del aluminio, ¿a
qué coste?

Como comentábamos anteriormente,
si miramos a nuestro alrededor
sentados cómodamente en nuestra
casa, podemos hacer una larga
lista de cosas fabricadas con aluminio.
Muchas de ellas a un precio relativamente
bajo, y seguro que no nos
preguntamos a qué coste.

Es muy difícil poder diferenciar el precio
de un producto de su coste real.
Para mí, hablar de precio es hablar
del valor en metálico que los fabricantes
dan a este producto y en él queda
englobado lo que ha invertido el fabricante
en la materia prima, en el proceso
de producción y en mano de
obra, a lo que hemos de sumar su tasa
de beneficio. Cuanto menor sea esta
inversión, más le permite, aun con un
precio de mercado asequible a la mayoría
de la población, obtener una tasa
de beneficio muy importante.

Si hablamos de coste tenemos que
tener en cuenta, además, muchos
otros factores, como son las consecuencias
ambientales, de conservación
del medio y de la salud. Este
coste tiene una parte importante en
coste humano, dada las condiciones
de vida a que se ven abocadas las
personas que habitan cerca o trabajan
en estas explotaciones -generalmente
sin medidas de seguridad- y
que se ven afectadas por los efectos
nocivos de los residuos, que afectan
tanto sus explotaciones agrícolas
como su salud, y un coste económico a cuenta de los fondos públicos,
es decir de todos, si la situación se
da en zonas donde la presión social
obliga a los estados a invertir en la
restauración del medio y en un sistema
de salud.

El proceso de obtención y uso del
aluminio es un buen ejemplo para
poder ilustrar lo que acabamos de
decir.

La bauxita se encuentra principalmente
en extensas zonas de África
y en las zonas tropicales de América.
El proceso de extracción de la
alúmina de la bauxita se lleva a cabo
en instalaciones próximas a las minas
para evitar el transporte de grandes
cantidades de mineral. En ocasiones,
incluso la segunda etapa del
proceso se lleva a cabo en los países
de origen, y se exporta el aluminio
ya puro en grandes barras.
Esto significa que en su mayor
parte el aluminio se obtiene en zonas
del planeta donde los controles
y las medidas contra la contaminación
son escasas o nulas.

En la mayor parte de las explotaciones
e instalaciones situadas en
África, los residuos tóxicos se abocan
directamente al río ocasionando
una grave contaminación en la
zona, lo que conlleva en muchas
ocasiones el desplazamiento de la
población más próxima. Se da incluso
la circunstancia de la construcción
de grandes centrales eléctricas
para producir exclusivamente
la energía necesaria para obtener
el aluminio puro por electrolisis,
mientras las poblaciones circundantes
no disponen de luz en sus casas.
Pero al tratarse de África, estas
noticias no llegan y en general
esta situación se desconoce.

La situación no es muy distinta
en América Latina. Las mayores
reservas de bauxita se encuentran
en las zonas tropicales, su explotación
conlleva la destrucción de la
selva y la existencia de una gran
cantidad de reservorios a cielo abierto
controlados por las grandes multinacionales
del sector y con leyes
que en general no son muy rígidas,
lo que supone que exista un claro
peligro de que se puedan dar situaciones
como la que se está viviendo
en la zona más afectada de
Hungría.

¿Almacenar los residuos o
tratarlos?

Uno se puede preguntar si la existencia
de balsas o reservorios llenos
de sustancias tóxicas es el precio
que estamos obligados a pagar
para poder disponer de metales
como el cobre o el aluminio ,que
han permitido grandes avances en
muchos campos algunos de gran
importancia en el avance de la
ciencia y las nuevas tecnologías.
Pues bien, la respuesta es no: es
posible estableces procesos mediante
los cuales los «residuos» generados
pueden ser tratados y eliminar
así su peligrosidad. Pero estos
procesos son complejos y de
un elevado coste económico.
Se podría preguntar entonces, si
es posible tratar estos residuos.
¿por qué permitir una situación
como la de Hungría o la que vivimos
en España con el vertido de la
presa minera de pirita de
Aznarcóllar? La respuesta hay que
buscarla en el sistema económico
capitalista que prima únicamente el beneficio directo del gran capital y
que presiona por todos los medios
a los estados para conseguir que
las medidas de seguridad de sus
instalaciones y la obligación de tratar
los residuos que generan sean
lo más laxa posible y que represente
el mínimo coste para las empresas
del sector. Y esto es mucho
más fácil en las zonas del planeta
donde los gobiernos mantienen una
gran dependencia de las grandes
potencias imperialistas.

¿Quién debe pagar la factura
final?

Tenemos claro que ante una catástrofe
humana y ambiental como
la que ha vivido la población de
Ajka, es la empresa responsable de
la explotación la que tiene que pagar
por el daño causado. Pero también
sabemos que esto es prácticamente
imposible en una economía
capitalista como la que tenemos,
donde lo que prima es conseguir
la máxima tasa de beneficios
por parte del gran capital.
Prueba de ello son las declaraciones
de un representante de la
empresa MAL Zrt, responsable de
la planta averiada, que aseguró que
el lodo rojo «no es un residuo peligroso
de acuerdo con la normativa
europea» y que no hay signos evidentes
de «ningún desastre
ecológico». Así, la empresa ofrece
110.000 euros como compensación
a los afectados. La compañía
se justifica señalando que el «barro
rojo» «no es calificado como residuo
peligroso según los estándares
de la Unión Europea (UE)». Además,
destaca que según las imágenes
aéreas, el 98% del «barro
rojo» sigue dentro de la balsa (nos
podemos preguntar hasta cuándo
y qué harán para evitar que el desastre
sea aún mayor). La dirección
de la empresa no está dispuesta
a asumir ninguna responsabilidad
sobre lo ocurrido.

Nosotros pedimos toda la responsabilidad
a la empresa y al gobierno
de Hungría. Hay registros fotográficos
que ponen de manifiesto
que hace ya meses la presa empezaba
a tener filtraciones y no se
hizo ninguna reparación. Y se ha
dado permiso para seguir, pocos
días después del accidente, con su
actividad económica aduciendo que
se ponían en peligro miles de puestos
de trabajo.

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