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Japón y las centrales eléctricas termonucleares

Un precio demasiado alto

Anna Morelló, 26 de abril de 2011




El 11 de marzo un brutal
terremoto y un enorme
tsunami azotaban Japón.
Muchas poblaciones e
infraestructuras situadas en
la costa desaparecían
arrastradas por las aguas. La
central nuclear de
Fukushima fue una de ellas.
Desde este día, las noticias
sobre la catastrófica situación
en la central se han ido
sucediendo. Este es el
segundo accidente grave
que se produce en una
central nuclear después del
de Chernobil hace ahora 25
años, y de nuevo ha saltado
a las primeras páginas de la
actualidad el debate entre
los defensores de la viabilidad
y seguridad de las
centrales nucleares y los que
han luchado desde sus
inicios para conseguir que se
cierren las que ya están en
funcionamiento y no se
construyan de nuevas.

La manipulación de este
debate por los intereses del
lobbie pro nuclear de las
multinacionales de la producción
y distribución
eléctrica, puede dificultar a la
población en general poder
dar respuesta a sus propios
interrogantes en torno a la
seguridad de estas centrales
frente a los beneficios que
de ellas podamos obtener.

El objetivo de este artículo
no es explicar, paso a paso,
cuál es la situación concreta
de la central de Fukushima
ya que esta información la
podemos seguir en muchos
medios de comunicación,
sino intentar dar algunos
datos que nos permitan
poder valorar la complejidad
que conlleva poder responder
a la demanda de energía
eléctrica, qué papel desempeña
en ella la energía
eléctrica que se genera en
las centrales termonucleares
y como hacerlo viable sin
energía nuclear.

1.- Fundamentos de la energía
nuclear y su aplicación en las
centrales termonucleares

La energía nuclear es la energía
producida a través de las reacciones
de fisión (división) de los núcleos de
los átomos de algunos isótopos de
ciertos elementos químicos, el más
habitual es el uranio-235. El uranio 235
se encuentra en la naturaleza junto
con otros isótopos de uranio no radioactivos,
por lo que el primer paso, para
poder utilizarlo como «combustible» en
las centrales nucleares, es llevar a
cabo un proceso que se conoce
como ‘enriquecimiento’ mediante el
cual se concentra la cantidad de uranio
radiactivo.

La investigación sobre la fisión de
los núcleos de ciertos elementos, el
efecto cascada que se produce en
este tipo de procesos y la elevada
energía que se genera en ellos llevó a
que se utilizara en la fabricación de
las bombas atómicas de un alto poder
destructivo.

La base de las centrales eléctricas
térmicas es calentar agua hasta conseguir
vapor a elevadísima temperatura
y presión para poder mover las
turbinas. Las primeras centrales térmicas
convencionales funcionaban
con carbón, posteriormente también
con combustibles derivados del petróleo
y gas.

En las reacciones de fisión nuclear
se produce una gran cantidad de
energía calorífica, en un inicio el principal
problema era conseguir controlar
este proceso de manera que no
se produjera una reacción en cascada
que alcanzara temperaturas tan
elevadas que conllevara que cualquier
material de construcción del reactor
se llegara a fundir. En 1951, seis años
después de lanzarse la primera bomba
atómica, se consigue controlar el
proceso mediante la utilización de las
barras de control que absorben parte
de las radiaciones que se producen e
impiden la reacción en cascada, lo
que permite diseñar el primer reactor
nuclear que produce electricidad, en
la estación experimental de Idaho
(EEUU). 3 años después, en junio de
1954, entraba en funcionamiento la
primera central nuclear de mundo en
Obnisnks (Rusia).

En todo este proceso sólo se experimentó
el cómo conseguir controlar
la reacción de fisión nuclear pero no
los riesgos que esta conlleva y sobre
todo considerar las características
radioactivas de los productos que se
forman. Esto nos lleva a la situación
actual, casi 60 años después de ponerse
en marcha la primera central
termonuclear todavía no se sabe qué
hacer con los «residuos radiactivos de
alta concentración» es decir, los productos
radiactivos que se producen en
los reactores nucleares.

Ante esta situación la única «solución
» actual, por ponerle un nombre, es almacenarlos dentro del propio
recinto de la central en piscinas de
agua que han de estar permanentemente
refrigeradas (cuando una
barra o pastilla de combustible nuclear
ya está gastada sigue produciendo
una reacción nuclear que
sigue generando una cierta cantidad
de calor. Además, si no se
mantiene sumergida y refrigerada,
los elementos radiactivos se vaporizan).

Así, al esquema de la central
tenemos que añadir otra fuente de
radiactividad que son las piscinas de
almacenamiento. En muchas de las
centrales en funcionamiento, la capacidad
de almacenamiento de estas
piscinas está llegando al máximo
y, de momento, a pesar de
amplios debates sobre posibles soluciones,
todavía no se ha encontrado
cómo poder almacenar de
manera definitiva estos residuos
radiactivos para que
no representen un peligro
para las generaciones futuras.

Así pues, cuando los defensores
de las centrales
nucleares nos hablan de la
seguridad de estas centrales
y de cómo ha mejorado
en los últimos años, a lo
único que hacen referencia
es a la seguridad del proceso
de funcionamiento del
reactor y de «contención»
de la reacción nuclear y de
los productos radiactivos,
por ello nos hablan de los
sarcófagos que envuelven
al reactor. Y de la contención y seguridad
de los edificios que contienen
las piscinas. Pero como hemos
podido comprobar en los dos accidentes
más importantes que se han
producido en la historia de estas
centrales, esta seguridad se puede
«desbordar» y entonces nos encontramos
frente a una situación a la
que hoy por hoy no se tienen los
conocimientos y los medios para
poder hacer frente con seguridad
ni cómo eliminar los daños ocasionados
a medio y largo plazo. En
pocas palabras su seguridad es su
asignatura pendiente.

2.- Efectos sobre la vida
humana de los residuos
radiactivos de las centrales
nucleares

En el proceso de fisión del uranio
se producen diversos elementos
radiactivos que tienen una vida
media de desintegración de cientos
e incluso miles de años, es decir,
que durante muchas generaciones
posteriores a nosotros, los
residuos radioactivos que se han
generado en las actuales centrales
seguirán emitiendo radiaciones de
alta energía, perjudiciales e incluso
mortales para la vida humana y la
de otros seres vivos.

Cuando se produce un accidente
de la magnitud del de la central
de Fukushima o hace 25 años el
de Chernobil, se libera una gran
cantidad de partículas radioactivas
de alta energía lo que hace que la
cantidad de radioactividad dentro
del recinto de la central sea tan elevada
que es mortal en cuestión de
horas o días para las personas expuestas
a ella. En Chernobil murieron
todos los que acudieron a intentar
sofocar la explosión inicial. La
solución para evitar una constante
emisión de partículas radioactivas a
la atmósfera fue construir un gran
sarcófago de hormigón para aislar
el núcleo de la central, 25 años después
esta estructura presenta graves
deficiencias que representan de
nuevo un peligro de fugas de material
radioactivo. Y en Fukushima todavía
no es posible que entren los
expertos para evaluar la situación real
de la central (por ahora, sólo los robots
teledirigidos pueden empezar
a trabajar en ella).

De manera simultánea se produce
una dispersión de partículas
radiactivas por el aire y que se depositan
en el suelo, o contaminación
de las aguas como consecuencia
de las fugas del agua de
refrigeración o de las piscinas, el
riesgo para la vida es importante y
se produce un incremento importante
de cánceres de diversos tipos.

Algunos de los elementos
radioactivos que se han detectado
en Fukushima son el cesio
radioactivo, que pasa a ocupar en las
plantas y en otros seres vivos el lugar
del potasio en las funciones vitales,
el estroncio que ocupa el lugar del
calcio en la formación de los huesos
y el yodo radiactivo el lugar del yodo
en el funcionamiento normal de la
glándula tiroides.
Cuando esta cantidad de partículas
es importante, la única medida que
se puede tomar es evacuar de manera
permanente la zona, los trabajos
para eliminar estas partículas son
imposibles y los niveles de radioactividad
hacen imposible la vida de las
personas, como sucedió en su día
en la zona próxima a Chernóbil, lo que
ahora se vuelve a reproducir en la
zona más próxima a Fukushima.

3.- La era del electrodoméstico.
Necesidad de mayor
producción de energía
eléctrica.

Podemos preguntarnos,
con toda lógica,
¿cómo es que se generalizó
el uso de la energía
nuclear en la construcción
de centrales
eléctricas cuando se
conocían las consecuencias
de la radioactividad
y no se conocía
cómo solucionar el problema
que generaban?
Para poder dar una
primera respuesta a
esta pregunta hemos
de situarnos en las décadas de los
60-80. En estos años se produce una
verdadera revolución en las condiciones
de vida en las sociedades occidentales
(EEUU y Europa) que he
denominado «la era del electrodoméstico».

Nos encontramos en un momento
en el que convergen diversos factores
que conllevan un cambio importante
en nuestra manera de vivir. Por
una parte, después de la segunda
guerra mundial, las luchas obreras
consiguen mejorar las condiciones laborales
y económicas de la clase trabajadora,
ésta, con un mayor poder
económico, puede dedicar parte de
sus ingresos a comprar bienes de
consumo y no sólo ganar para su supervivencia.
Por otra parte, la investigación
tecnológica permite la invención
de nuevos electrodomésticos que
nos facilitan la vida, desde la nevera
eléctrica que permite la conservación
de los alimentos, la lavadora, el aire
acondicionado y así podemos confeccionar una larga lista de utensilios y
aparatos que tienen en común un
motor eléctrico y por ello la necesidad
de disponer de grandes cantidades
de electricidad en comparación
a pocos años antes.

¿Cómo conseguir dar respuesta
a esta nueva demanda? La electricidad
tiene un problema importante,
no se puede almacenar, es decir,
se ha de producir al ritmo que
se necesita para el consumo, por
lo que es necesario asegurar el poder
disponer de manera constante
de esta cantidad de energía eléctrica
base. En aquel momento se disponía
de dos tipos de centrales eléctricas:
las centrales termoeléctricas
y las centrales hidráulicas (donde las
turbinas giran por la fuerza del agua
que cae a mucha presión).

Sólo las centrales térmicas se pueden
construir en cualquier lugar y son
capaces de asegurar una producción
continua de energía eléctrica
durante las 24 horas del día y en
cualquier época del año. En un momento
en el que no se conocían otras
formas de generación de energía
eléctrica a partir de fuentes renovables,
un incremento en la demanda
de electricidad exigía la construcción
de nuevas centrales térmicas.
Si todavía no se había planteado
el problema del efecto de los gases
producto de la combustión del carbón
y del petróleo –efecto invernadero
y cambio climático- ¿por qué
se optó por la construcción de costosas
centrales nucleares? Las razones
son diversas, en primer lugar
el combustible, los yacimientos de
uranio se encuentran situados en
países occidentales como Canadá
y Australia –las centrales españolas
se han abastecido de uranio procedente
de yacimientos de nuestra
península. Esto significaba disponer
de una fuente de energía que
no dependía de los países productores
de petróleo y de las situaciones
de incertidumbre permanente
en el Medio Oriente.

Otro factor que se esgrimió por
aquel entonces era el precio de la
electricidad que se produce en
estas centrales ya que si se considera
sólo el coste de construcción
de la central y el de su combustible,
este es menor. En estos cálculos
no se tuvo presente en ningún
momento el elevado coste del
desmantelamiento futuro de la central
y el del tratamiento y almacenamiento
de los residuos nucleares
ya que en ningún momento las
grandes corporaciones del sector
se plantearon que estos costes iban
a ir a su cuenta, sino a cuenta de
las arcas públicas como así está
sucediendo.

4.- Papel actual de la
energía nuclear y
perspectivas inmediatas

Actualmente hay en el mundo
unas 450 centrales nucleares, su
producción representa el 17% de
media de la energía mundial, pero
este porcentaje se eleva considerablemente
en los países más desarrollados
que son los que tienen
más demanda de energía eléctrica.
Si tenemos en cuenta la dependencia
de la energía nuclear,
entre los países que generan más
del 50% de su electricidad por vía
atómica nuclear, el líder es Lituania,
con un 76%, seguido de Francia
con un 75%, Eslovaquia con un
53% y Bélgica con un 51%. Japón
se mueve en torno al 30% mientras
que EE.UU o España se sitúan
en torno al 20%.

El mundo tiene tres grandes proveedores
tecnológicos de energía
nuclear. El pionero Estados Unidos,
su rival de la guerra fría, Rusia, y el
país que más ha apostado por el
desarrollo tecnológico, Francia, y
que hoy tiene los equipos más modernos
de centrales nucleares.

En los últimos años, la industria
nuclear había gozado de nuevo de
cierto prestigio y ha hecho un gran
esfuerzo de propaganda como alternativa
a las centrales térmicas
convencionales en la lucha contra
el cambio climático. 25 años sin ningún
accidente grave y las declaraciones
de los responsables del sector
asegurando que las nuevas medidas
de seguridad hacían imposible
que se repitiera una situación como
aquella ayudaban en este sentido, y
la industria del sector ya pensaba en
cómo seguir manteniendo sus elevadas
fuentes de ingresos.

Así pues, desde todos los puntos
de vista –político, económico y técnico-
Fukushima marca un antes y
un después en esta etapa del desarrollo
de la industria nuclear. El
desastre de la central ha desatado
la alarma en medio mundo y sobre
todo en los países con centrales
nucleares en su territorio.

En Estados Unidos se habla ya de
una reevaluación de la regulación que
fija los parámetros a la energía nuclear
y en Europa, en donde la dependencia
de las plantas nucleares es mayor,
se ha ordenado una revisión de
todas las plantas operativas. En Alemania,
donde desde siempre ha sido
importante la oposición a la energía
nuclear, el gobierno ha paralizado por
tres meses el funcionamiento de las
que fueron construidas antes de 1980.
Ahora bien, tampoco es posible en
este momento el cierre de un día para
otro de todas las centrales nucleares
ya que esto produciría una falta de
suministro eléctrico en algunos países
desarrollados, lo que es necesario es
elaborar un plan a medio plazo para
poder ir cerrando y desmantelando las
actuales centrales en las máximas condiciones
de seguridad.

Pero con ello no habremos resuelto
el gran problema que conlleva su
desmantelamiento que es qué hace mos con los residuos radioactivos almacenados
en sus piscinas y que son muy inestables
y una fuente constante de radiación y
calor.

5.- Alternativas a la energía
nuclear

En ningún momento podemos considerar
la posición y las declaraciones de los
responsables de la industria nuclear como
son las palabras de María Teresa
Domínguez, presidenta del Foro Nuclear
que plantea que «la energía nuclear es clave
para frenar el cambio climático». Sino,
como dice Carlos Bravo, responsable de
la campaña Nuclear de Greenpeace «cualquier
análisis serio demuestra que la energía
nuclear no puede jugar ningún papel
eficaz para solucionar el problema del cambio
climático mundial».

La alternativa a la energía nuclear tiene
que empezar por conseguir reducir el consumo
eléctrico en los países más occidentales
en donde este es mayor. Para ello es
necesario un incremento de la eficacia en
todo el proceso desde la producción, el
transporte –donde se pierde gran cantidad
de energía eléctrica- y el consumo.
Es necesaria una nueva cultura de la eficacia
y el ahorro sin que ello signifique una
pérdida importante de nuestro confort.
Nosotros no estamos a favor de las nuevas
tendencias decrecentistas que abogan
por una disminución generalizada de
aquellos bienes de consumo que contribuyen
a un buen nivel de confort, a nivel
mundial, para reducir nuestro impacto y
solucionar el problema del cambio climático,
sino a favor del desarrollo de todos los pueblos;
pero para ello es necesario invertir en
la investigación en las fuentes de energía
renovable de manera que estas puedan
cubrir al máximo nuestras necesidades.

Es cierto que uno de los principales problemas
de estas fuentes, como la energía
solar fotovoltaica o la energía eólica es que
no son permanentes. Pero si
incrementamos su producción a la vez nos
permite disminuir la necesidad de tener una
importante cantidad de centrales térmicas
que aseguren el suministro básico.
Otra de las líneas de investigación en este
campo debe ser conseguir poder almacenar
en forma de energía química (baterías)
la energía producida por fuentes como el
sol o el viento para poder utilizarla posteriormente.
Todos estos cambios son difíciles mientras
el sector eléctrico esté en manos de
las grandes corporaciones privadas que sólo
tienen como prioridad conseguir la máxima
tasa de beneficios. Por ello, un primer
e imprescindible paso es su expropiación
por parte de los estados y que pasen a ser
un sector público.

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