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Salt (Girona)

Unidad de clase contra el racismo

Sílvia Rispau i Mercader, 9 de septiembre de 2011




El intento de Anglada de celebrar
un paseo triunfal de la PxC en
Salt acaba en una multitudinaria
manifestación contra el racismo
y el fascismo.

La Plataforma por Catalunya
(PxC) había previsto para el 27 de
agosto una marcha triunfal de
Josep Anglada por Salt con una
manifestación contra las mezquitas.
Anglada quería capitalizar los votos
que le habían dado 3 ediles en las
elecciones municipales para consolidar
un espacio a la derecha del muy
xenófobo alcalde de Salt –Torramadé,
de la línea dura antinmigración
de Unió Democràtica, de la
cuerda del alcalde de Vic, Vila
d’Abadal. Además tenía un motivo
de consumo interno de la PxC: dos
de los concejales acababan de
abandonar la formación tras haber
sido presionados porque sus parejas
eran personas inmigradas, cosa
que les habría abierto los ojos sobre
el hecho de que PxC es un partido
racista (!).

El consejero de Interior, Puig, prohibió
la manifestación de la PxC
apoyándose en el fantasma de grupos
organizados de jóvenes islamistas,
que desde luego nadie ha visto.
Pero Puig escondía la causa real:
una asamblea de indignadas de Salt
y Girona y de la gente de Salt
Antiracista (una campaña que el
curso pasado impulsamos desde
Mesa por los Derechos Sociales de
Girona) había convocado una
contramanifestación a la de la PxC.
Anglada sacó pecho proclamando
que la convocatoria se mantendría
fuera o no ilegalizada, mientras se
desataban por la red los llamamientos
de los simpatizantes de la PxC.

Pero 4 días antes de la manifestación
estaba convocado un pleno
extraordinario monotemático, en el
que se pelearon la extrema derecha
con lo que sea que haya todavía más
a la derecha. El alcalde del partido
del Opus Dei proponía prohibir durante
un año la construcción de centros
de culto en Salt (!) mientras la
PxC le exigía que, además, retirara
la licencia ya concedida por el anterior
gobierno del PSC/ERC para
construir una mezquita –eso sí, debidamente
escondida en el polígono
industrial-. La moratoria fue aprobada,
como estaba previsto, pero
no deja de provocar estupefacción
que Independents per Salt-CUP no
formara parte de los que votaron en
contra, sino que se abstuvo.

Anglada no dejó pasar la oportunidad
que el pleno suponía y apareció,
desafiante, a las puertas del
Ayuntamiento. Pero calculó mal: le
esperaba una pancarta de «Salt
Antiracista» y una muchedumbre de
vecinas y vecinos, la mayor parte
inmigrados/as y muchas de ellas
jóvenes, que se sumaban espontáneamente.
Anglada tuvo que huir
entre un griterío monumental, eso
sí, muy bien protegido por los
antidisturbios de Puig. Tras el encontronazo,
Anglada cambió radicalmente
el tono y cuando el TSJC
ratificó la prohibición de la mani,
deshizo todo el discurso, la
desconvocó y dio un salto adelante
hablando de una convocatoria
no concretada en Barcelona.

Basta de prudencia, ahora
unidad de clase contra el
racismo

Pero la derrota de Anglada no se
podía desaprovechar y lo que debía
ser una contramani se convirtió
en una manifestación masiva, el día
27, bajo el lema «Paremos al fascismo.
Salt dice no al racismo».

Con un despliegue policial de película,
con helicóptero incluido, como
le gusta a Puig –desde luego que,
sin embargo, los mossos no intervinieron
contra una provocadora de
la PxC hasta que un cordón espontáneo
de la mani consiguió aislarlalas
manifestantes de Salt confluyeron
con una marcha que había salido
de Girona. El apogeo de la mani,
no obstante, se produjo cuando llegamos
a las calles de viviendas obreras
–dónde se concentra el más de
40% de saltenses de origen extranjero-
y el número de manifestantes
se multiplicó.

Haber hecho huir Anglada y a la
PxC no es lo más importante que
pasó durante la última semana de
agosto en Salt. La primera cosa realmente
importante es que, por primera
vez, y con el empuje indiscutible
de la asamblea de indignadas,
se rompió con los discursos de la
prudencia que habían pesado siempre
como una losa ante de los intentos
de movilización antiracista en
Salt. Por un lado, de los sectores
progresistas autóctonos con los
cuales se supone que compartimos
objetivos, pero que siempre temen
la movilización y que hasta el último
momento intentaron convencer de
los supuestos peligros de manifestarnos.

Y por el otro, de las ONG
que se han erigido en portavoces
de las personas inmigradas, muy
atadas al poder por una red de intereses tejidos durante años
por el gobierno municipal del
PSC -orquestados por el ex
diputado Mohamed Chaibque
se negaron a secundar
la convocatoria.

La segunda cosa importante
es que esto permitió
que hicieran suya la convocatoria
muchas vecinas y
vecinos de Salt atenazadas
a la vez por las peores consecuencias
de la crisis y por
la división racista que no
dejan de inocularnos desde
el poder. Especialmente
activos fueron los y las jóvenes,
hartas de sufrir el
acoso y las vejaciones
constantes de la policía.

Ahora hay que recoger la
unidad que se generó la última
semana de agosto en
las calles de Salt y darle
continuidad para hacer realidad
la vieja consigna que
también se gritó en la mani
del 27: «de aquí o extranjera,
la misma clase obrera».
Unida, movilizada y combatiendo
la miseria que nos
intentan imponer.

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