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Crisis económica y política en Europa

Al dictado de “los mercados”

CEI, 6 de diciembre de 2011




En las últimas semanas hemos sido testigos nuevamente de dos aspectos importantes de la actual crisis económica mundial: Primero, que la crisis del capitalismo es tan estructural y profunda que no hay solución “técnica” (es decir, económica y/o financiera) en su propio marco; la solución es política: o la burguesía logra destruir todo lo que queda de las conquistas de las clases trabajadoras, o los trabajadores junto con todos los que sufren el expolio capitalista acaban con el capitalismo. Y segundo, derivado de lo anterior, que el poder burgués se aleja cada vez más de la democracia “formal” e incorpora elementos bonapartistas. La humillante expulsión por la Unión Europea de dos primeros ministros, Yorgos Papandreu en Grecia y Silvio Berlusconi en Italia, sustituidos por gobiernos de “tecnócratas”, ha sido la última prueba de todo ello.

La crisis en Europa ya había decapitado a varios gobiernos (Portugal, Eslovaquia, Irlanda) que no pudieron “dar confianza a los mercados”, es decir, que no fueron suficientemente fuertes en sus ataques a los derechos laborales y conquistas sociales. Así pues, la burguesía aplicó métodos electorales para relevar a algunos gobiernos con recambios igualmente liberales (y en la mayoría de los casos, aún más liberales), arropados con la apariencia de tener la voluntad de la mayoría de los electores. Pero en Grecia e Italia, la burguesía no podía “perder el tiempo” con formas democráticas. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, proclamó el dictamen de Merkel y Sarkozy: “No hay tiempo que perder en el juego electoral” (El País, 12/11/2011). Así que tanto un “neosocialista” como un derechista “de verdad” tuvieron que presentar sus dimisiones para abrir el paso a la realización de la voluntad de los monarcas del capital: Merkel, Sarkozy, Obama, FMI, BCE, etc.

El problema no era que Papandreu o Berlusconi, con todos sus consejeros, no supieran o no pudieran manejar los instrumentos financieros y económicos: bajar o subir los intereses, poner o quitar impuestos, pasar dinero a los bancos, conceder o limitar créditos, sacar bonos al mercado, recortar el gasto público, privatizar empresas públicas… ambos venían aplicando todas esas medidas. Pero las “técnicas” financieras y económicas ya no bastaban, y Grecia e Italia llevaban con su crisis a la zona euro a un hundimiento muy profundo, cuya salida necesitaba de una medida política superior para vencer las resistencias sociales y políticas. Para ese fin, la burguesía siempre ha tenido un instrumento histórico: el bonapartismo. Un método de gobierno que se desvincula de la voluntad popular (cristalizada en el Parlamento), que obliga a los partidos a unirse bajo su autoridad y que se eleva por encima de las clases para imponer las políticas de la clase dominante. Los gobiernos de Lucas Papademos (Grecia) y Mario Monti (Italia) representan esa tendencia en las burguesías de Europa.

Grecia

Sobre los “ajustes” que la burguesía exige aplicar en Grecia, podría preguntarse si ha quedado allí algo para recortar capaz de pagar su deuda a los especuladores nacionales e internacionales. Desde hace dos años, el gobierno del PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico) viene aumentando los impuestos a las clases populares: se ha aumentado el IVA a los productos de consumo y a los bares y restaurantes, que han pasado de pagar un 13% a un 23%; las tasas sobre la gasolina, el tabaco y el alcohol han crecido un tercio como media. También ha recortado el gasto público, reduciendo el 30% del salario a los trabajadores de empresas públicas, suprimiendo todos los contratos temporales, eliminando las sustituciones, despidiendo a 30.000 empleados. Por otra parte, el gobierno del PASOK esperaba recaudar 50.000 millones de euros privatizando las principales empresas públicas, como la lotería, el Hellenic Postbanc, los operadores de los puertos del Pireo y Salónica y las dos compañías del agua. Y para el año próximo está prevista la venta de Helenic Petroleum, la compañía eléctrica PPC, aeropuertos, minas y tierras propiedad del Estado.

¿Quieren algo más? Sí, respondieron los monarcas europeos el 26 de octubre en la Cumbre de la UE: a cambio de reducir 100.000 millones de euros la deuda griega de 360.000 millones (es decir el 28% de su deuda y no el 50% como sostenía la prensa) quieren que el gobierno griego privatice todo lo que queda, recorte más en la sanidad y educación, despida 300.000 empleados públicos más, ponga impuestos especiales sobre la vivienda, aumente los precios de la luz y el gas, pero, sobre todo, que cambie las leyes sindicales y los convenios colectivos…
Pero el problema no está en decidir todas estas medidas, sino en aplicarlas. Los trabajadores y el pueblo griegos vienen luchando ferozmente desde hace dos años contra los planes neoliberales de la burguesía, cuestionando la legitimidad de las imposiciones imperialistas y las políticas de austeridad de su gobierno. Han organizado más de diez huelgas generales, y la última, 19 y 20 de noviembre, en la que participaron más de un millón de personas en todo el país, ha abierto una crisis mortal dentro del mismo gobierno. De tal manera que el gobierno del PASOK ya no tenía la capacidad de cumplir los deberes impuestos por la UE. Por eso hacía falta un gobierno de “unidad nacional”. Y cuando Papandreu, por el motivo que fuera, intentó preguntar sobre el asunto a la “nación” con un referéndum, Merkel y Sarkozy le obligaron a marcharse, pues la “nación” no tenía nada que ver con la deuda que le imponían los “mercados” (la mafia financiera). Esos “mercados” que dictaban, a través de “Markozy”, que los principales partidos se comprometieran a aceptar las condiciones del “rescate” y que el plazo de las elecciones del 19 de febrero fuera “flexible” (es decir, aplazable).

Una parte de los diputados socialistas retiró su apoyo a Papandreu para que no prosperase la propuesta, y el Partico Comunista Griego, con el planteamiento de que el referéndum era una trampa, planteó que lo que había que defender era al Parlamento y a las instituciones democráticas, convocando nuevas elecciones. Los miles y miles de luchadores que esperaban una respuesta de esos dirigentes se quedaron sin ella. Y ahora un “tecnócrata”, un tal Lucas Papademos, gobierna en nombre de la unidad nacional griega, aceptada por la mayoría del Parlamento. Este hombre de los bancos y del sistema financiero, ex vicepresidente del BCE, ex consejero informal de Papandreu, profesor de Economía en la Universidad de Harvard, en la Universidad de Columbia en Nueva York, etc. parece tener todos los méritos menos uno: “Yo no soy político” dice él. Un “no político”, es decir, una persona no elegida por el pueblo, representará la “unidad nacional” para aplicar todos los planes liberales contra el pueblo griego: esta es la solución mágica (bonapartista) de la burguesía. Y un dato más: Papademos asumió la dirección del Banco Central griego en 1994 y firmo el acuerdo de entrada de Grecia en el sistema del euro que eliminaba el dracma; después se descubriría que las cuentas que presentó entonces a la UE eran falsas. Este es el hombre que va a “sanear” Grecia.

Italia

En Italia, la “unidad nacional” contra el pueblo fue aún más necesaria pues la “desconfianza de los mercados” sobre ese país era más profunda. Porque la deuda soberana de Italia es nada menos que 1.900.000 millones de euros, 121% de su PIB (más que el PIB de Portugal, Grecia y España juntos) y la economía (la tercera de la UE) daba señales de recesión, por lo que era evidente que el Gobierno no podría pagar su deuda en los plazos estipulados. Además, los bonos del Gobierno ya alcanzaban en el mercado la barrera del 7%, inflando la deuda y obligando al Gobierno italiano a buscar una refinanciación de 300.000 millones de euros para sus gastos del próximo año (una cantidad muy cercana a la deuda que Grecia tiene que pagar –teóricamente- en 20 años). Y las arcas del BCE no llegarían para “rescatar” un agujero negro tan inmenso que podría arrastrar a toda la zona euro a la destrucción total. Así que, ante la imagen de este monstruo mal herido, la jerarquía imperialista europea decidió que Berlusconi se fuera.

¿Por qué tenía que irse el Gobierno de Berlusconi? En primer lugar, porque las medidas que tenía que aplicar no eran tan insignificantes para los trabajadores italianos, que vienen aumentando cada día más su lucha contra los planes liberales. Las obligaciones que imponía la troika del capital (UE, BCE y FMI) incluían, entre otras medidas, el equilibrio presupuestario en 2013 (recortes en todo lo público), la reforma del mercado laboral, aumentar el IVA, congelación de salarios del sector público y aplazamiento de la edad de jubilación, medidas que seguramente se encontrarán con la resistencia popular que un Berlusconi políticamente deplorado y desprestigiado podría no superar.

En segundo lugar, las divisiones entre la burguesía italiana eran tan profundas que Berlusconi no podía conseguir la unificación de las clases hegemónicas bajo su liderazgo. De hecho, el presidente de las “fiestas escandalosas” nunca lo había intentado. Lo que le ocupaba eran los intereses de sus propias empresas y de la red patronal “amiga”. Tres años antes asumió el poder con el apoyo de la Liga Norte. La gran patronal italiana Confindustria aceptó de mala gana el éxito de Berlusconi ante el Gobierno de centro izquierda de Prodi, que no había podido aplicar las “reformas estructurales” que el capital financiero italiano y europeo veían como imprescindibles. Cuando la prima de riesgo alcanzó niveles insostenibles llegó el momento de que Confindustria, profundamente europeísta y ferviente defensora de los ataques contra los trabajadores italianos, colaborara con la Troika para enviar al bufón a su casa entre risas y abucheos. El portavoz de Confindustria, Il Sole 24 Ore, escribía en su editorial del 9 de noviembre: “El tiempo es el más grande de los privilegios (…) y nosotros ya no tenemos tiempo. Europa no nos dio tiempo y tenemos tres días para establecer un calendario y medidas que retomen las recomendaciones [que formularon Merkel, Sarkozy y el BCE en la última Cumbre del G20].” Así que el Consejo Europeo sentenció que Italia “necesitaba reformas, no elecciones”, por lo cual –de nuevo- hacía falta un gobierno de “unidad nacional” con un “tecnócrata no político” en cabeza. Y la burguesía italiana cerró filas para cumplir con premura ese mandato.

Profundización de la lucha de clases

Cuando Obama declaró el 15 de noviembre que la solución de la crisis europea es “política y no meramente técnica”, tenía razón desde el punto de vista de la clase a la que representa: la burguesía imperialista. El capital financiero mundial –conocido como “los mercados”, “los inversores” etc. por los medios de comunicación- presiona a los gobiernos para que hagan “reformas estructurales” que les permitan cumplir su mandato de saquear a sus pueblos para pagar los intereses a los bancos, a las empresas de inversión, a los especuladores. Y de las reformas estructurales ya sabemos que incluyen los despidos, las rebajas salariales, los recortes en la sanidad y la educación, en las inversiones públicas, en todos los aspectos del estrado del bienestar (subsidios de paro, pensiones, contribuciones sociales…), los nuevos impuestos para los ya empobrecidos, las privatizaciones, la flexibilización, el debilitamiento de los sindicatos, el empeoramiento de las leyes laborales y de negociación colectiva…

No son medidas de fácil aplicación ante el rechazo y la indignación de las clases populares. De hecho, cualquier gobierno que intente aplicarlas pierde rápidamente la popularidad y siembra la crisis política en su país. Pero Grecia e Italia ya se encontraban más allá de la línea roja de una crisis que pudiera ser resuelta dentro del marco de la democracia formal, es decir con alianzas políticas desde sus propios Parlamentos, por lo que el imperialismo impuso en estos países gobiernos “tecnocratas” bajo su tutela para aplicar políticas aún más salvajes contra los trabajadores y las clases populares. De este modo, también se descarga parte de la responsabilidad de las burguesías nacionales que, habiendo acatado y siendo fieles sostenedoras y beneficiarias de las políticas de esos gobiernos, se justifican ante los trabajadores y las clases populares con el argumento de que se trata de una imposición exterior. Y no solamente en esos países: España está en la cola, con la única ventaja de estar en periodo electoral; de no ser así, el Presidente socialista, José Luís Rodríguez Zapatero, también habría sido enviado a su casa por su debilidad para ejecutar los mandatos del capital.

Europa fue el continente donde las clases trabajadoras lograron, después de la segunda guerra mundial, los derechos sociales y laborales más avanzados, más progresistas. Pero hace casi 40 años el ciclo favorable del capitalismo terminó, dando paso a una larga etapa de deterioro de los beneficios y de crisis estructural. En este aspecto, la Unión Europea fue construida como un proyecto contrarrevolucionario de las burguesías europeas, especialmente de Alemania, Inglaterra y Francia, para eliminar las conquistas de los trabajadores con el fin de subir las tasas de explotación y así revertir el declive de las ganancias capitalistas. Sin embargo, se encontraban con la resistencia de los trabajadores organizados y de las clases populares que querían conservar las conquistas del llamado estado del bienestar.

La crisis del capitalismo depende del nivel de la lucha de clases: si los trabajadores resisten al capitalismo, este se arrastra más hacia el abismo. Todos los intentos de inventar nuevos métodos para obtener ganancias (especulación financiera, burbujas inmobiliarias, guerras, etc.) acaban con nuevas crisis para el capitalismo. Ante la profundidad de la crisis actual (tal vez más fuerte que la de 1929) los derechos de los trabajadores y otras capas sociales se convierten en obstáculos mortales para los capitalistas. La urgencia por aplicar sus “reformas estructurales” lleva a los dirigentes de la UE a tomar medidas políticas bonapartistas para superar las “debilidades” gubernamentales y parlamentarias de los países miembros. Todos los países cuyos gobiernos no pueden superar las resistencias obreras y populares serán castigados por el imperialismo europeo, liderado por Alemania, no solo con multas económicas o expulsiones de la Unión, sino también con la imposición de gobiernos “tecnócratas” bajo tutelaje de la troika. De momento a los “gobiernos tecnócratas” les dan un aspecto “democrático” buscando apoyos políticos en los parlamentos actuales, pero a la hora de un muy probable fracaso de estos gobiernos, ¿en qué poderes se apoyarán estos gobiernos no elegidos? Todo el proceso económico y político actual anuncia la profundización de la lucha de clases.

Ante la incapacidad, o la manifiesta traición, de las organizaciones obreras y de la izquierda institucional, que se apresuran a ponerse al servicio de sus gobiernos y de sus burguesías nacionales para ayudar en el cumplimiento de los planes del imperialismo europeo, y que se niegan a fortalecer las luchas de resistencia de los trabajadores y trabajadoras mediante su unificación y coordinación a escala nacional y europea, tenemos que preparar el rechazo a los «planes de rescate» con planes de lucha unificados para forzar una salida con una lógica alternativa: 1) No pago de la deuda, garantía de los servicios sociales básicos y la vivienda, y empezar a crear empleo público. 2) Nacionalización de la banca y de los sectores vitales de la economía, para ponerlos bajo control de los trabajadores/as. 3) Plan de inversiones público con empleo y salario digno. 4) Reparto del trabajo entre los brazos disponibles. 5) Garantía para pensiones y salarios. Y encarar en este proceso la necesaria conformación de un gran frente de organizaciones políticas y sindicales alrededor de la ruptura con los planes de la UE y el FMI.

Desde el Comité del Enlace Internacional llamamos a los trabajadores y trabajadoras de toda Europa a organizar y fortalecer la lucha contra los planes imperialistas. Tenemos que reivindicar la soberanía de los pueblos contra el tutelaje imperialista y una salida de la crisis favorable a los trabajadores y a los explotados y oprimidos. Es primordial apoyar la lucha de los trabajadores y el pueblo griego, que es la más avanzada en este momento, contra las imposiciones económicas y políticas de los imperialismos europeos, en el camino hacia la Huelga General Europea

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