En la reciente huelga de Eulen de telemarketing, las trabajadoras representaban el 80% de la plantilla. Es decir un 80% de las 344 personas precarias despedidas son mujeres: con jornadas a tiempo parcial, sueldos miserables, y condiciones laborales por convenio muy inferiores a las de las empresas matrices. Pero no son una excepción: a nivel estatal, el 74% de los precarios son trabajadoras.

Las diferentes reformas laborales han convertido la precariedad en una lacra que va justo detrás del paro. La periódica cantinela de los gobiernos cuando dicen que reducen el paro, esconde la cruda realidad de la pobreza de los y las trabajadoras como consecuencia de la precariedad. Una precariedad caracterizada por contratos a tiempo parcial (y muchos de duración determinada), que en el estado se ha duplicado en los últimos 10 años hasta llegar ahora al 25% de los trabajos, y que sitúa España como el tercer -después de Grecia y Chipre- en este tipo de subempleos. Son 1,5 millones de personas de las que el 65% querría tener una jornada completa (61,3% en el caso de las mujeres).

Esta precariedad se ha multiplicado exponencialmente a partir de las externalizaciones de las grandes empresas, que subcontratan otros servicios. La exclusión de estos trabajos de los convenios de la empresa matriz ha ido generando cadenas de subcontrataciones donde las diferentes patronales sacan beneficios a partir de empujar hacia abajo las condiciones laborales y salariales de sus trabajadores en convenios cualitativamente inferiores a los de partida. Y si en alguna de estas empresas subcontratadas, se consiguen mejoras que «encarecen» el servicio - para la patronal lo que no está en discusión son sus márgenes de beneficio-, la matriz sólo tiene que sacar el servicio a concurso para encontrar otra más barata, y que explote mejor a sus y sus trabajadoras. La degradación del trabajo por esta vía es ad infinitum. Buena parte de estos trabajos «de servicios» externalizadas han sido feminizadas para favorecer los beneficios del capital, al amparo del razonamiento patriarcal de las bondades del contrato a tiempo parcial para compatibilizar trabajo y tareas domésticas y de cuidado, y / o que sus salarios son un «complemento» del salario del marido.

Así llegamos a la cruda realidad actual en que el salario de la mujer es una media 19’3% inferior al de los hombres, pero no tanto por la diferencia salarial en un mismo lugar de trabajo -que también los hay, pero mucho menor -, sino por la precariedad y la definición de sectores feminizados. No es mucho mejor a nivel europeo: el 16,3% (y en la primera potencia de la UE, Alemania, la brecha más elevada de todas: 21,6%), lo que significa -como dice la propia UE, que el día 2 de noviembre las mujeres dejan de cobrar, ya que este porcentaje inferior, representan 58 días trabajados sin sueldo. Aquí serán más de dos meses.

Además, esta precariedad afecta a largo plazo las pensiones, ya que hay períodos en paro y los trabajados no son de ocho horas. Lo que hace que la brecha con las pensiones de los hombres, en promedio, en la UE llegue a ser casi del 40% ... Aquí, donde se han destrozado ya las pensiones de todos después de vaciar la hucha para comprar deuda público, la brecha es aún mayor. Es fácil de entender que llegamos a pensiones mínimas que garantizan la pobreza de la mujer mayor.

Por eso, hoy y ahora, todo el apoyo a las últimas acciones de la lucha de Eulen, participando con ellas en los juicios por el ERE del 15 y 30 de marzo en el TSJC en el Paseo Lluís Companys.

No a la discriminación de la mujer trabajadora !!

Lucha Internacionalista