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Transición

También el PCE fue desgarrado para salvar la Monarquía

, 21 de octubre de 2016




En los años de agonía del dictador el PCE (el PSUC en Cataluña) era el gran partido de la izquierda. Controlaba con mano de hierro desde CCOO al potente movimiento obrero, a los movimientos de juventud y estudiantiles, al movimiento vecinal y una infinidad de asociaciones de intelectuales y artistas.

A principios del 70 el debate entre reforma del régimen franquista y ruptura atraviesa todos los debates dentro de la izquierda. El PCE se mantiene en la ilegalidad, pero las negociaciones con el régimen heredero de Franco continúan. En abril del 77 el Comité Central del PCE, por 169 votos a favor, ninguno en contra y 11 abstenciones acepta la Monarquía, a cambio de la legalización del partido. Escribe El País: «Una bandera roja y gualda de grandes dimensiones estaba situada ayer, efectivamente, en la sala de la reunión. Esta decisión, unida a la promesa de apoyo a la Monarquía si ésta avanza hacia las libertades y a la defensa de la unidad de la Patria, constituyen los puntos más sobresalientes de las resoluciones adoptadas por el citado órgano del PCE tras dos días de reunión en Madrid.» En la rueda de prensa posterior al CC, Carrillo pasaba página sobre los miles de muertos y torturados del franquismo al reconocer que el PCE «promoverá y apoyará todas las medidas convenientes para la modernización de las fuerzas armadas de tierra, mar y aire», así como «una política democrática de orden público». Militantes comunistas miraban incrédulos a su dirigente ante aquella bandera con la que se habían cometido tantos crímenes y contra la que habían caído tantos de sus compañeros/as.

Y, por si quedaban dudas garantizaba disciplina para imponer el nuevo régimen: «nos consideramos en situación de garantizar el orden y la seguridad de todos nuestros actos». De hecho todavía estaban muy tiernas las manifestaciones masivas de luto y rabia por los asesinatos de Atocha, en las que el aparato del PCE impuso un estricto silencio. El acuerdo con el régimen ya era muy cercano.

Sin el aval del PCE a la monarquía, la transición era imposible. Demasiado reciente y cercana era la revolución portuguesa. Aquel poderoso partido ya no volvería a ser nunca más el que era. Hoy el régimen del 78 pone en evidencia las traiciones enterradas y se destapan nuevamente las ansias de libertad.

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