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8M: la tierra ha temblado nuevamente

Rosario Mendieta, 31 de marzo de 2019




El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, ha acontecido otra histórica jornada de lucha internacional del movimiento feminista. En todo el mundo han tenido lugar masivas manifestaciones contra las políticas capitalistas y patriarcales de los gobiernos. Y en particular, ha habido una expresión de rechazo contra la oleada reaccionaria que nos tiene a las mujeres, migradas y personas LGBTI en el epicentro de sus ataques. Una vez más se corrobora que el movimiento continúa en una dinámica de crecimiento y expansión. Destacables son las manifestaciones en Argentina continuando la lucha por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, en Brasil contra las políticas reaccionarias del ultraderechista Bolsonaro y denunciando sus vínculos con el asesinato de la militante feminista, antirracista y de izquierdas Marielle Franco, o en Argelia donde las mujeres han llenado las calles en el marco de la lucha contra el régimen autoritario de Bouteflika.


En Europa ha habido convocatorias a huelgas feministas en Portugal, Italia y Bélgica, evidenciando el efecto contagio producido por la convocatoria y la fuerza del movimiento en el Estado Español que es referencia en todo el continente. Este último, ha sido sin duda la vanguardia del 8M con una huelga general que ha conseguido una adhesión importante en la enseñanza (donde ha forzado la convocatoria de 24h de la burocracia sindical de CCOO ante la política de boicot que significan las paradas de 2h por turno) y destacando particularmente las universidades, donde la adhesión ha estado en todas del 80%. En la administración pública también se ha sentido la huelga, como es el caso del sector social del Ayuntamiento de Barcelona, donde el 65% de los y las trabajadoras hicieron huelga. En general, ha sido en los sectores más feminizados donde la huelga ha tenido mayor adhesión. Pero lo más impresionante han sido las movilizaciones unitarias de la tarde que en algunos casos han doblado la participación en relación a las del año pasado: 400.000 personas en Madrid, 260.000 en Barcelona, 200.000 en Zaragoza, o 50.000 en Bilbo y Sevilla, entre otras cifras que, incluso para muchas, se quedan cortas respecto de lo que se vio y vivió en las calles. Las principales reivindicaciones han sido contra las violencias machistas y los feminicidios, (señalando la responsabilidad de la justicia patriarcal), contra la brecha salarial que se produce principalmente por la precariedad de los sectores feminizados, por la dero gación de la ley de extranjería, por el cierre de los CIEs y contra el racismo y la xenofobia institucional. Los gritos de «No pasarán» y «Ni un paso atrás» se han hecho sentir con fuerza, en un contexto de ascenso de la extrema derecha y de las políticas reaccionarias.

Uno de los grandes retos del movimiento feminista es avanzar con su actividad e influencia en los centros de trabajo, en los sindicatos y en general en la clase trabajadora. Hay que reconstruir la conciencia de clase dentro del movimiento, recuperando el sentido histórico del 8M en homenaje a la lucha de las obreras textiles. La utilización, una vez más, de la huelga general es un paso importante en este sentido, pero tenemos que analizar más a fondo como podemos fortalecerla. Las semanas previas de organización de la huelga con comités de barrio y facultades fue impresionante. Pero es necesario que esta dinámica se pueda estructurar más en los centros de trabajo tal como hicieron las trabajadoras de comunicación, con una adhesión a la huelga muy alta y con un acto masivo de más de mil personas a mediodía en Jardinets de Gracia. Esta orientación es para nosotras una necesidad, para hacer de la huelga una verdadera herramienta de lucha para ganar de- rechos y para seguir construyendo la alianza estratégica del movimiento feminista con el conjunto de la clase trabajadora. Nuestra precariedad es producto de un sistema capitalista que aprovecha el orden patriarcal para super-explotarnos. Por eso, no hay forma de acabar plenamente con nuestras opresiones de género sin acabar también con la opresión de clase que impone este sistema que cada vez nos aboca a más miseria, pobreza, explotación y violencia. Tenemos la fuerza y una energía que hoy no se puede encontrar en ningún otro movimiento, hay que orientarla en este sentido. Y esto empieza porqué esta fuerza no se puede reducir solo a días predeterminados del calendario como el 8M o el 25N, sino que tiene que tener continuidad durante todo el año. Hacer un balance colectivo de la jornada es el primer paso en el camino de elaborar planes de lucha y movilización desde abajo: por la internalización de los servicios públicos, la derogación de las reformas laborales, contra la ley de extranjería y por papeles para todas, por protocolos contra las violencias y acosos en los centros de estudio y trabajo, por la libertad de las presas y contra la represión. Es necesario concretar lemas generales como «Paramos para cambiarlo todo» en reivindicaciones específicas, pues, no hay duda que con esta fuerza podemos ganarlas. Así como también tenemos que continuar respondiendo a cada intento de hacer retroceder nuestros derechos ganados. Que quede claro: las trabajadoras no pagaremos su crisis.

Rosario Mendieta

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Debates sobre la huelga feminista

Evidentemente el crecimiento del movimiento implica también el surgimiento de debates políticos de gran importancia. Uno de estos debates se arrastra desde el año pasado y es sobre la composición, el carácter y los objetivos de la huelga feminista. Hay compañeras que defienden que la huelga feminista tiene que ser una huelga de mujeres y que el objetivo es nuestra visibilización. Para nosotras, la huelga es general y feminista, y esto quiere decir que la hacemos todas las personas trabajadoras que apoyamos las demandas y reivindicaciones feministas y que, evidentemente, tiene que estar encabezada y dirigida por las mujeres trabajadoras. La huelga general no es meramente una herramienta de visibilización, es una herramienta de lucha que tiene como objetivo defender y conseguir derechos como clase trabajadora, golpeando económica y políticamente a las patronales y sus gobiernos que son los responsables de las situaciones que sufrimos. Y esto lleva a otro debate: la huelga de cuidados.

Es cierto, y compartimos, que los cuidados son un trabajo no reconocido, que todavía recae exclusivamente sobre nuestras espaldas, y por el cual los Estados se ahorran millones en educación, sanidad, Servicios sociales y dependencia. Por eso pedimos que estas tareas sean reconocidas y socializadas. Pero es igual de cierto que desde el punto de vista del sistema capitalista (la clave del cual es el trabajo asalariado y la obtención de plusvalía), este trabajo no genera ganancias para ningún capitalista ni afecta el funcionamiento de ninguna institución. Entonces, por más que sea imprescindible para que pueda reproducirse la fuerza de trabajo, la huelga de cuidados no afecta la economía capitalista y no puede sustituir en ningún caso la huelga laboral. En conclusión, para llevar a cabo la consigna de la huelga feminista «si nosotras paramos, se para el mundo», es primordial parar la producción y esto significa recuperar la jerarquía de la huelga laboral y llamar al conjunto de la clase trabajadora a hacer la huelga.

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