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Inmigración en el Mediterráneo: el espectáculo de la crueldad

Cristina Mas, 13 de septiembre de 2019




Las ONG de rescate en el Mediterráneo Central se han convertido una vez más en protagonistas involuntarias del culebrón del verano. El Sea-Watch, el Open Arms, el Ocean Viking y el Mare Jonio han sido los sucesivos episodios de un melodrama que los gobiernos de Italia y España y la UE han utilizado con fines políticos. Cabezas de turco en un show que no va de inmigración, sino de utilizar a los inmigrantes como espantajo para justificar la deriva policial de los estados y el desmantelamiento de los servicios públicos. Y el espectáculo se hace jugando con las vidas de hombres, mujeres y niños, que tras huir de un infierno de abusos, explotación y tortura en Libia, han de pasar semanas en el mar como actores secundarios del drama.

La retórica xenófoba de Salvini y el discurso de «aquí no cabe todo el mundo» del gobierno de Pedro Sánchez comparten el elemento clave: la idea de que Europa es objeto de una invasión incontrolada de personas sin recursos que suponen una carga imposible de asumir a la que se debe poner freno. En esta lógica, la presencia de ONG de rescate -como toda forma de solidaridad con los inmigrantes- sería un agravante del problema.

Atendiendo a los datos, ambas cosas son mentira. Europa no tiene ni ha tenido nunca una crisis migratoria en el Mediterráneo: este 2019 han llegado al continente por la frontera sur menos de 57.000 personas (menos de 20.000 en España, menos de 5.000 en Italia y menos de 32.000 en Grecia 1 ). El impacto de la llegada de esta gente sobre la demografía, la economía o la estructura social y la cultura es simplemente cero. Las entradas a Europa han caído drásticamente respecto al pico de 2015, cuando llegaron poco más de un millón de personas, huyendo básicamente los bombardeos de Asad y Putin contra la población civil de Siria. Pero la UE continúa funcionando en modo crisis, de una crisis que nunca ha tenido.

Atendiendo a los datos, tampoco es verdad que las ONG estén facilitando este flujo. El tan cacareado «efecto llamada» no existe, por mucho que Salvini o Sánchez se empeñen en decir que con más barcos de rescate en el mar hay más gente que se arriesga el viaje. Otra mentira sin fundamento: no hay ninguna relación entre la presencia de ONG de rescate y el número de personas que salen de Libia. Este 2019, los días que ha habido barcos de ONG en el Mediterráneo Central salieron de Libia una media de 46 personas, mientras que los días que las ONG no estaban operativas en la zona de rescate la media era de 43, una diferencia que no se estadísticamente significativa. En cambio, lo que sí que determina el número de pateras son las condiciones meteorológicas: a menos viento y más temperatura, más barcazas al agua 2 . ¡Lógico! A este argumento hay que añadir además que, según los datos del propio Ministerio del Interior italiano, las ONG son responsables sólo del 8% de los rescates: la mayoría de barcas llegan por sus propios medios desde Túnez y Argelia, o bien son rescatados por barcos de las autoridades italianas en sus aguas territoriales. Se habla mucho del «efecto llamada» y casi nunca de lo que realmente es importante: el efecto huida, es decir la violencia y las desigualdades que empujan a la gente a marcharse de casa y que marcan los ritmos de los flujos migratorios.

Europa no es objeto de ninguna invasión, ni las ONG suponen ningún cambio significativo en los flujos migratorios. Pero, entonces, ¿por qué tanto Sánchez como Salvini, situados en lados opuestos del espectro político europeo, las han puesto en el punto de mira? Hay que recordar que el Open Arms estuvo cuatro meses bloqueado en el puerto de Barcelona por órdenes del Ministerio de Fomento y tras la vacilante gestión de la última crisis (primero silencio, después ofrecer puertos a 5 días de navegación a pesar de la situación de emergencia a bordo, y en el momento en que la ONG había abierto dos procedimientos judiciales contra Salvini que terminó ganando, el esperpéntico envío de un barco de la armada española y la penosa declaración de Carmen Calvo asegurando que «no tenían permiso para rescatar «, cuando rescatar es una obligación según el derecho marítimo) Madrid ha amenazado a la ONG badalonesa multas y sanciones. En definitiva, un regalo para VOX que no tardó denunciar a Open Arms ante la Audiencia Nacional.

¿Qué buscan Sánchez y Salvini atacando a Open Arms? En tiempos de crisis es muy útil construir un enemigo exterior, una amenaza cuanto más informe y deshumanizada mejor, un enemigo con el que no se pueda empatizar y del que sólo el Estado pueda protegernos. Con más vallas y con más policía, como en la operación de julio contra los manteros en Barcelona, que contó con la bendición de Ada Colau. Más policía y menos libertades, porque es lo que la burguesía necesita en tiempos de crisis: poder aplicar mano dura. En las fronteras y dentro. ¿En qué momento la inmigración se convirtió en un problema de seguridad, de orden público? Pensémoslo. Y si el inmigrante es el enemigo, quien le ayuda necesariamente debe serlo también. De ahí la criminalización de ONGs y activistas solidarios, que han pasado de héroes a delincuentes en sólo tres años. El espantajo de la inmigración es útil también para justificar los recortes. Es la otra parte del argumento: «si no tenemos suficiente dinero para mantener los servicios públicos para la gente de aquí, menos aún para los que vienen de fuera». Poner los de abajo a competir por las migajas que dejan los de arriba (después del pago de la deuda, los rescates de la banca, las privatizaciones y el saqueo al sistema público de pensiones) se ha demostrado útil para contener las tensiones sociales en un terreno inofensivo.

Porque no debemos olvidar que las políticas migratorias no pretenden acabar con la inmigración. La agricultura, la construcción, los servicios o el trabajo de cuidados son sectores que no se sostendrían si no fuera por la mano de obra barata forzada por la ley de Extranjería a aceptar las condiciones más miserables. No es cierto que la UE no quiera inmigrantes: los necesita, però los quiere sin derechos. Los sectores que no podían deslocalizarse a países con menos protección laboral han importado mano de obra extranjera amordazada por unas leyes que los convierten en trabajadores casi esclavos de segunda. Por eso siempre hemos dicho que la ley de Extranjería ha sido la peor reforma laboral que ha impuesto el Estado español. Y esto sólo se puede combatir con instinto de clase: sabiendo que los que sufren estas políticas son en primer lugar trabajadores y trabajadoras como nosotros y que en la defensa de «sus» derechos van los «nuestros».


De este modo, el choque de los gobiernos europeos con las ONG de rescate no deja de ser un espectáculo que no tiene nada que ver con la gestión de la inmigración. Sólo busca cabezas de turco. Y cada día que pasa el espectáculo es más despiadado. La alternativa: entender que somos una misma clase y quiénes son nuestros enemigos, recuperar el internacionalismo para contribuir a cambiar la situación en los países de origen y defender el derecho a la libre circulación. Cualquier otra cosa es tirar piedras contra nuestro tejado.

31/08/2019
Cristina Mas

1 https://data2.unhcr.org/en/situations/mediterranean
2 Cifras recogidas por el investigador italiano Matteo Villa. https://twitter.com/emmevilla

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