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Catalunya. Miles de despedidos en septiembre:

ERE contra la enseñanza pública

Josep Lluis del Alcazar, 24 de febrero de 2009




La política educativa del
Gobierno tripartito no deja
ninguna duda. Ahora apunta
por segunda vez (la primera ya
fue con la «sexta hora») a la
línea de flotación de la escuela
pública catalana. Han sido
muchos años (desde el
franquismo) de reivindicar que
una clase no es sólo atender
60 minutos a los alumnos sino
que, si se quiere de calidad,
hace falta un tiempo de preparación
y un trabajo en equipo.

Así se consiguió pasar de las
30 horas lectivas de primaria
del franquismo (5 gratuitas y
una de «permanencias» que se
cobraba a las familias), y sin
ninguna hora de permanencia
en el centro para poder coordinar,
a las 23 horas lectivas, 7
de coordinación y trabajo en
equipo, y 7’5 de trabajo
individual de preparación y
corrección, que se consiguieron
hace un par de años. En
las escuelas de personas
adultas, tras años de lucha, las
lectivas son 20 h y en la
secundaria, 18.

Ningún gobierno
en la transición
cuestionó
esta demanda,
aunque todos
han hecho lo posible
por frenarla
y, muy poco a
poco, se consiguió
el reconocimiento
de las tareas
de coordinación
y el tiempo
de preparación.

Pero ahora
llega el tripartito
«progresistas y
de izquierdas» con el sr. Maragall,
para venir a explicarnos que lo que
debe hacer un maestro o un profesor
de secundaria es dejarse de
cuentos y reuniones y pasar más
horas lectivas atendiendo a los
alumnos, que son las que cuentan.
Al fin y al cabo, si se quiere calidad
–o excelencia como él dice- ya tenemos
la escuela privada concertada.
¡No hace falta gastar tanto
en la pública!

El 9 de enero el Sr. Maragall lanzo
la ofensiva, sin esperar a que se
apruebe la LEC para darle ensambladura
legal, y anuncia horas extras
para el profesorado funcionario:
4 lectivas más en primaria y 3
en secundaria. En ambos casos,
cada seis profesores o maestros
que decidan cogerlas representa un
interino que va a la calle. Maragall
avanza que cree que puede conseguir
(con la ayuda de las direcciones)
que la mitad del profesorado
acepte: la mitad de los 70.000
docentes son 35.000, entre seis
sale una reducción de casi 6.000
profesores. Es decir: aumento del
tiempo de trabajo, despidos.... esto
es un ERE. Hace falta añadir en
este sentido que la LEC prevé que
el nuevo personal sustituto no será
ya con nombramientos administrativos
sino con contratación laboral,
abriendo paso a la contratación por
ETT’s para este trabajo.

Maragall quiere –como hacen algunos
empresarios- aprovecharse
de la crisis y la presión que ejerce
sobre los trabajadores y las familias
para imponer el recorte de plantilla.
Ya no sólo hablamos del deterioro
de la calidad de la enseñanza, sino
que también es grave que sea la administración
la que destruye empleo
en situaciones de crisis. Sus socios
políticos sólo se quejan de la inoportunidad
de estas medidas, ahora que
se discute la LEC, pero siguen aferrados
a la poltrona del Gobierno y
no pían demasiado fuerte.

Para intentar que la respuesta
contundente se movilice, Maragall,
lanza fuegos de artificio para distraer
la atención y, si puede, provocar
tensión entre familias y profesorado,
como por ejemplo el debate
sobre el calendario.

La lucha por defender la enseñanza
pública de estos ataques -
que ni la derecha se había atrevido
a hacer-, se une con la lucha por
defender a todos y todas las compañeras
precarios que con contratos
de interinos/as o sustituciones
pueden ir directamente a la calle.
La nueva situación es tan escandalosa
que ha forzado la unidad –al
menos en este punto- de todos los
sindicatos de la enseñanza pública.
La posición de CCOO y UGT
se vuelve indefendible, pues si algo
habían presentado para
que pasara el Pacto Nacional
y la sexta hora era
la reducción de la jornada
lectiva de 25 a 23, y
ahora la Consejería ¡la
pone a 27! ¿Cuánto tiempo
puede durar esta unidad
y hasta dónde piensan
llegar para parar las
medidas y hacer caer a
Maragall? Esta es la
cuestión, si el profesorado
ve los sindicatos firmes
y unidos –cómo demostró
el 14 de febrero-, irán
masivamente a la lucha.
Pero un vez más, el problema
es que las cuestiones
decisivas como la continuidad
de las luchas queda siempre en
manos de la mesa sindical, donde
se convoca y desconvoca, sin estructuras
de zonas, más directas
del profesorado para tener peso en
las decisiones. Esta es la tarea
pendiente.

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