El pasado 7 de febrero Sandra, una mujer trans, era asesinada a puñaladas por su pareja. A pesar de que el estado español no tratará el caso como violencia de género (porque no había realizado el cambio registral de sexo), las instituciones catalanas están abordando la investigación del asesinato como lo que es, un feminicidio, convirtiéndose así en el primer transfeminicidio reconocido como tal en el estado español.

Con el asesinato de Sandra ya son 15 los feminicidios cometidos en lo que va de año; los datos de violencia machista son alarmantes: las cifras de feminicidios no paran de crecer, las denuncias por violencia de género aumentan y los métodos de terror sexual se multiplican. En el caso de las mujeres trans, la misoginia y la transfobia se combinan, haciendo que sean las más vulnerables no solo a sufrir agresiones y acoso callejero, sino también violencia institucional y precariedad laboral.

Los discursos reaccionarios de organizaciones misóginas y LGBTIfóbicas hacen que los agresores se sientan envalentonados y libres de disponer de nuestros cuerpos. Pero también son responsables los supuestos partidos progresistas que con sus medidas reformistas y sus concesiones a estos sectores no garantizan nuestros derechos más básicos.

Debemos luchar por una Ley Integral Trans de prevención y reparación de todo tipo de violencia transfóbica. Pero sabemos que la violencia hacia las mujeres y disidencias es intrínseca a este sistema capitalista y cisheteropatriarcal, por eso debemos seguir organizadas hasta que caiga, para acabar así con toda forma de violencia y opresión.

Cris Darriba