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A propósito del secuestro del Alakrana

La ruina de los pescadores de África

Josep Lluis del Alcazar, 3 de noviembre de 2009




El sufrimiento y la angustia de
las familias de los marineros
del Alakrana no deben hacer
que dejemos de analizar el
origen de esa piratería y los
intereses que mueven las
operaciones militares de la UE
y la OTAN en aguas del Golfo
de Adén y en el Índico, porque
sólo desde un análisis del
conflicto se pueden proponer
medidas para resolverlo.

En la costa del África subsahariana,
a los dos lados del continente,
la pesca ha sido de los pocos
recursos para sobrevivir. Desde hace
unos pocos años, numerosos
«cayucos» hacían una larga travesía
hasta alcanzar la costa de las
Islas Canarias. De muchos de ellos
sólo se sabe que salieron de las
costas senegalesas, que las embarcaciones
son las que anteriormente
utilizaban en la pesca artesanal y
que los emigrantes que iban a bordo
eran uno por familia. ¿La razón?
Que desde hace unos años las compañías
pesqueras multinacionales
(algunas de ellas españolas) han
esquilmado la costa llevándose el
pescado para vender en Europa o
Japón mientras el pescador tradicional
se iba empobreciendo hasta
que no le quedó otra que intentar
emigrar a riesgo de dejar la vida en
la travesía.

La otra cara de la misma moneda
la encontramos en la costa de
Somalia donde la pesca artesanal
era uno de los pocos recursos económicos.
Pero en sus costas se inició
un fenómeno similar: la llegada
de grandes buques que, aprovechándose
de la situación de guerra
y de la falta de control, podían pescar
descontroladamente, sin pago
de impuestos, y marchar a sus destinos
de venta. Explica Mohamed
Abshir Waldo que ha escrito el trabajo
«Las dos piraterías»: « Este fenómeno
de la pesca ilegal sin control
se ha sabido tanto en los países
del Oeste que cuentan con este tipo
de flota pesquera, entre los que se
incluyen España, Italia, Grecia y,
más tarde, Reino Unido y otros,
como Rusia. Y por supuesto, hay
también muchos otros países del
Este. Este problema continúa desde
1991. Las comunidades pesqueras y los pescadores lo han
denunciado, se han quejado, y han
apelado a la comunidad internacional
a través de diferentes organismos
como la ONU o la Unión Europea,
sin haber, de hecho, obtenido
respuesta alguna. Fueron totalmente
ignorados.» Y completa:
«En el 2005 se contabilizaron más
de 800 barcos que actuaban en la
zona y se calculan 450 millones de
dólares en mariscos y peces del
mar somalí. Al obrar así, roban una
fuente inestimable de proteína a una
de las naciones más pobres del
mundo y arruinan el sustento legítimo
de vida de los pescadores».

Pero a la aparición de buques con
los que los sencillos pesqueros
somalíes no podían competir se ha
añadido otro grave problema que
aceleró el empobrecimiento de la
costa. Se había venido denunciando
que, aprovechando la misma
situación de inestabilidad política del
91, numerosos barcos con vertidos
altamente contaminantes descargaban
en la zona. Cuando en el
2004 un tsunami azotó la costa
salieron a flote las pruebas físicas
de esos vertidos.

Nuttall, portavoz del UNEP (Programa
Ambiental de Naciones Unidas),
explicó a Al-Yazira cómo el
tsunami reventó la herrumbre de los
contenedores de basura tóxica que
vararon a orillas de Puntland, en el
norte de Somalia. Cuando los envases
fueron rotos y abiertos por la
fuerza de las olas, los contenedores
expusieron a la luz una «actividad
espantosa» que se había estado
llevando a cabo por más de
una década. Y denuncia: «Somalia
está siendo utilizada como vertedero
para desechos peligrosos desde
comienzos de los años 90, y
continuó con la guerra civil desatada
en ese país», dijo. «La basura
es de muy diversas clases. Hay desechos
radioactivos de uranio, la
basura principal, y metales pesados
como cadmio y mercurio. También
hay basura industrial, desechos de
hospital, basuras de sustancias químicas
y lo que se desee nombrar».

Nuttall también dijo que desde que
los contenedores llegaron a las playas,
centenares de residentes han
caído enfermos, afectados por hemorragias
abdominales y de boca,
infecciones en la piel y otras dolencias.
«Lo más alarmante aquí es que
se está descargando basura nuclear.
La basura radiactiva de uranio
está matando potencialmente a
los somalíes y está destruyendo totalmente
el océano».

Son esas condiciones de destrucción
impuestas por los países imperialistas
las que han arrojado a la desesperación
a miles de somalíes que antes
podían defenderse con la pesca.

Los piratas no son el problema,
son la consecuencia del caos y la
pobreza, denuncia Médicos Sin
Fronteras, que mantiene equipos
locales en el país. El 25% de los
somalíes depende de una ayuda humanitaria
cada vez más peligrosa de
distribuir. Tres de sus ocho millones
de habitantes (no hay censo) están
desplazados. Escasea el agua potable,
la luz eléctrica procede de generadores
con gasoil, apenas hay
maestros y no funciona un sistema
de salud que carece de todo.

Por ello, los supuestos piratas tienen
tanta base social que no permite al
Gobierno español una intervención militar
a mayor escala. Esto es lo que explica
que el Gobierno de Somalia tampoco
pueda asegurar la seguridad de
los marineros pues no puede enfrentar
el sentimiento de todo el pueblo.
No se trata de hacer juicios morales
sobre si esa es la mejor salida para
poder sobrevivir, pero no seremos
nosotros quienes critiquemos o condenemos
a esos antiguos marineros
arruinados convertidos en piratas por
la política de los gobiernos corruptos
y la voracidad de las grandes multinacionales
y empresas.

Hay que exigir el fin de la operación
«Atalanta» de la UE, de despliegue
de barcos europeos en el
Índico. Ahora la Ministra Chacón quiere
completar el despliegue marítimo
con la presencia de «seguridad privada
» en los pesqueros. El Ministerio de
defensa se compromete a desplazar
a los mercenarios y el armamento
hasta los buques pesqueros y asegura
la recompra de las armas una vez
finalizadas las operaciones.
Así pues hay que exigir: la libertad de los dos somalíes detenidos y su regreso
a Somalia que permita el fin del secuestro;
la retirada de los barcos del estado español y
la UE de aguas del Índico, y la prohibición de
pesca para los grandes pesqueros y las multinacionales,
que permita la recuperación de la
actividad pesquera de los somalíes.

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